


El hombre eligió una forma de develar su ser: la técnica. Podría haber sido otra (dijo el tío Heidegger), pero fue esta la que primó.

Gritos de ego, gritos de busqueda; hidras nuevas nacidas del cálculo y el proyecto; el ser erigió su desesperación al cielo; surcó la distancia con cintas de asfalto, olló la tierra con cimientos fuertes; aterrado de tanta fragilidad.


Hoy el ojo ciego del monstruo refleja moradores perplejos: han llegado a un mundo para ser habitado, para ser mantenido, para ser atendido y habitado. La Megalópolis te acoje y desampara con la misma frialdad: es un mundo que se siente propio pero solo se pertenece a sí misma; es un lugar sin dueños, sin tiempo, a veces

1 comentario:
Tirado en el pasto del paseo de la costanera sur, trato de sentir como la alfombra verde se acomoda a mi cuerpo, ´como resbala el viento frío sobre la superficie de mi campera y se escapa por sobre mi cara, como entra ese aire fuerte a río por mis fosas nasales y me voy adueñando del espacio que elegí para habitar. Pero antes de llegar al nirvana de ese estado de conciencia de mi existencia a través de mi corporalidad (muy Merlau Ponty); mi cuerpo me avisa que me acaban de dar un pelotazo en la cabeza unos biciqueros que hacen un poco de huevo a esa hora del mediodía, que el sol se fue y la niebla helada me hace entrar en hipotermia y que si despierto vivo voy a constatar que me levantaron otra torre de 50 pisos por donde sale el sol. Comandante, hay que pilotearla como viene si no esto se pone complicado como submarino a remos ¡Hasta la victoria siempre que se pueda!
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