El gremio de los panaderos y pasteleros, en su mayoría anarquistas (por lo menos los inmigrantes) a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, bautizaron a las facturas con cierta fina ironía: "cañoncitos", "bombas", "sacramentos", "vigilantes", "bolas de fraile", "suspiros de monja", se exhiben al lado de otras más criollas, como los "pastelitos dulces" o las "tortitas negras".
Hay diferentes clases de facturas. Esas masitas dulces que se venden por docenas o fracciones y que alegran la cara de todo niño a la hora de la leche, de cada grande a la hora del mate, y por la que mueren los que están a dieta, son parte de una costumbre varias veces centenaria. Cada una lleva un nombre diferente. Algunas de ellas son de origen criollo, otras, europeo, pero en la Argentina adquirieron formas singulares y apodos casi blasfemos. Son las que llevan por nombre “cañón”, “bomba” de crema o dulce de leche o “vigilante”, en alusión a la policía y al ejército; o “sacramento”, y la archirreconocida "berlinesa" que tomó por mal nombre "suspiro de monja" o "bola de fraile" con abierta sorna anticlerical.
Al parecer, esos nombres tuvieron su origen antes, durante y después de 1888 cuando se realizó la primera huelga de panaderos del país, que duró 10 días y acabó con triunfo obrero. El sindicato de panaderos fue conducido por dirigentes anarquistas durante varias décadas. Errico Malatesta, italiano nacido en 1853, era un anarquista fugitivo del gobierno de Roma, que llegó a la Argentina en 1885. A pesar de haber estado menos de 5 años recorriendo la Argentina, ayudó a organizar varias asociaciones sindicales. En 1887 ayudó a organizar el sindicato de panaderos y redactó sus estatutos.
No quiero aburrir con historias sobre anarquistas sindicalistas. Pero cómo no pensar en ellos cuando los recordamos y homenajeamos en cada desayuno o merienda con facturas. A ellos, y a los socialistas y comunistas, les debemos las primeras organizaciones sindicales, y no sólo aquí, en nuestra Argentina, claro. Pero además, esta gente cuya herramienta de lucha era la huelga, no se quedaba en la asociación obrera organizada para la lucha. Tenía una gran vocación, no sólo proselitista, sino también integradora a nivel social. Todas estas asociaciones intentaban llevar adelante la educación del compañero o camarada, y tenían, o intentaban tener, siempre alguna publicación, aunque más no fuera de una página, para informar y educar al compañero con algún texto de Bakunin, de Proudon, de Marx, de Rousseau, etc. Ello, junto con la fundación de Bibliotecas Populares, Sociedades de Fomento y Clubes Sociales. Gente que colaboraba con unos céntimos semanales a la organización del Partido o del Sindicato; o para el funeral de un compañero fallecido. Gente que le conseguía trabajo al compañero desempleado. Gente que cuando en el ámbito rural estaba de huelga, tomaba lo que los compañeros necesitaban para vivir en el almacén del patrón y pagaba o entregaba vales de pago por la mercadería retirada con o sin violencia, lo mismo que por los animales carneados, como correspondía a gente de bien. Gente que podía no tener para pagar la piecita del conventillo y llevar 30 pesos en el bolsillo y no usarlos porque eran del sindicato.
Igualito que ahora, cuando nuestros sindicalistas toman mate con facturas que paga el sindicato. Sindicatos que se han convertido en patrones; el mundo del revés.
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