En fin, pensaba en lo inevitable, pero también en lo evitable. Quizás la ciudad debería alentar desde sus gobernantes, ONG y ciudadanos a promover ayuda crediticia para aquellos que preserven el aspecto identitario de los barrios, sin que por ello sea un reglamento de copropiedad, ni se restrija la libertad del que compra, ni del que vende, ni se conviertan zonas a los condicionamientos de barrios cerrados... solo pienso en alentar y no tener que recurrir in extremis, a declarar algo de interés histórico o cultural, para que se conviertan en piedras muertas deshabitadas o lugares sórdidos y arrumbados (los conventillos de La Boca, algunas zonas de Barracas, el Abasto, zonas de Monserrat).
Sería lindo conocer si alguno de los que nos sigue ha pensado en esto y qué se podría hacer. ¿Cómo será tu mirada cuando tus empedrados no sean más que un recuerdo?
Una tarde que fui a hacer una guardia inmobiliaria a un pequeño barrio de casas tipo chalets americanos de los '60 que está tras el parque avellaneda (algunas pocas manzanas), pensé y volqué en papel esta desprolija poesía urbana, ojalá les guste como para pensar en esto.

UNA CASA QUE SE VENDE
Camino bajo el sol
en la quietud del mediodía.
Una casa se vende, pienso
una historia que termina.
Me paro y observo esa calle,
me parece tan vacía...
La casa que se vende y su misterio
me cautivan.
La veo grande, desnuda, muy fría.
Se despereza la chicharra
en el cálido mediodía;
se mece el frondoso árbol
y el viento tibio parece cargado de vida.
Los testigos mudos hablan
las baldosas, el asfalto, una triste canilla;
reverberan de momentos
de desdichas, de alegrías...
Esa casa que se vende
hoy, me parece mía;
porque desde sus ventanas clama
que el ayer no se acaba
que el pasado no es mentira,
porque el ayer es de todos
y es de todos la vida.
Una casa se vende,
un camino que se emprende,
una ilusión se enciende.
Otra historia llegará
la mañana siguiente.
Y cuando el jardín reverdezca
parecerán nuevas las cercas;
y cuando las luces se enciendan
parecerán otras las sombras que proyectan
y con las nuevas comidas
parecerán otros los olores
y al repoblarse los armarios
parecerán olvidados los colores...
Sin embargo las paredes saben;
no obstante, los picaportes recuerdan
y a pesar de todo, las pisadas no se borran
y aunque no se note, los cristales siguen empañados
y si bien no queman, las hornallas no se enfrían
y aunque nuevos tonos vistan los muros,
duerme cubierta la pintura antigua...
A ti, que hoy la has dejado,
la casa sabe que has de volver un día;
ella guarda tus momentos
vigila tu calle, detiene los tiempos...
Y si al volver no la encuentras
porque sus piedras han muerto,
pon una flor en tu alma
y detente a rezar en silencio.
Sergio Fidel
16/XI/95
“A la casa que una vez tuve y a la que todavía espero”
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