viernes, mayo 05, 2006

Megalópolis: el nido (novela atroz por entregas) Parte VII


VII
El despacho del intendente refulgía desnudo frente a los flashes y las luces de cámaras y filmadoras. No había menos de sesenta personas en aquel reducido espacio.
- Corradi! Cuántas son las muertes?
- Qué otro sitio de la ciudad está afectado?
- De AVCC señor! Qué riesgos implican en el medio ambiente estos vapores tóxicos?
- Qué información maneja usted sobre la magnitud del sismo?
- Intendente! Intendente! ...
Corradi cerró los ojos y mostrando la palma de las manos, pidió calma al alocado auditorio.
- Señores, por favor – las vociferaciones se apagaron paulatinamente
Le franqueaban Santillán, el director de Defensa Civil y el jefe de la policía metropolitana.
El secretario de prensa de la comuna, un hombre esmirriado en un traje demasiado ancho, dirigía por orden las preguntas y se sucedían las aclaraciones
- ... sí, es verdad, hoy a las seis y diez aproximadamente ...
- ..., no, todos los fallecidos son miembros de una empresa de seguridad privada ...
- ... efectivamente, creemos que se produjo una fisura en la corteza terrestre o alguna manifestación de tipo volcánica a escala reducida que provocó el escape de gases y elementos tóxicos causantes de daños materiales y pérdida de vidas ...
- ... no, no sabemos aún si habrá que posponer la inauguración de la temporada ...
Sucedíanse sin interupción los interrogantes en la conferencia de prensa; eran casi las diez y media de lanoche de aquel confuso día.


Sentado en el living de su departamento, Marcos tenía la vista fija en el televisor.
- Ahora me va a creer la muy boluda – pensó recordando la risa de Clara y sus otros amigos cuando les había contado lo de la mañana. No había hablado en cambio con sus padres, que sentados junto a él en los viejos sillones de cuerina escuchaban las declaraciones que se hacían por televisión sobre los sucesos del parque. Despúes de algunos minutos, el muchacho se levantó y se fue a su habitación sin cambiar palabra alguna con ellos.
- Cada vez más comunicativo tu hijo – comentó el padre a su mujer, que tejía mecanicamente.
- Por la bola que vos le das – dijo Irina, la hermana mayor de Marcos que salía de la cocina y con una cerveza en la mano fue tras sus pasos.
- Puedo, gordo? Entreabrió despacito la puerta de la habitación de su hermano.
El muchacho estaba sentado sobre la cómoda que hacía las veces de cabecera de su cama. Apoyaba su cara contra el ventanal y no notó la presencia de Irina. Ella entró y puso sobre un pequeño escritorio la cerveza y dos vasos.
- Te robo un cigarrillo – anunció y sacó un rubio de un paquetito de diez, sobre la mesa de luz.
Se sentía muy cómoda en compañía de Marcos, pese a los diez años que la separaban de los dieciocho de él. Eran de carácteres muy distintos. Ella, una muchacha castaña de ojos verdes y físico proporcionado, era una hermosa e inteligente mujer. Su forma optimista y jovial le sobreponían a todo y pese a ser consciente de sus facetas de inmadurez, se sentía respetada y admirada por su hermano y los amigos de éste. Era fuente de consulta de situaciones existenciales, amorosas, éticas, sexuales o intelectuales. Era una persona llena de imaginación, sueños y libertades. En contraste con su hermano, más reservado y aparentando una edad mayor por su forma de tomar decisiones y asumir responsabilidades, ella se identificaba más con la generación de Marcos: espontánea, sincera y apasionada; antes que con sus propias amistades, atadas ya por ligaduras matrimoniales, laborales o prisioneras de sus propios miedos y que habían sido incapaces de pelear por sus sueños, todos... excepto él; pero a él ya lo había olvidado.
- Che, negrito; ¿me vas a dar bola o no? – apretó “play” en el grabador sobre la cómoda y Rod Steward se animó con “Down town train “.
- Dejame ahora pili – cuando le hablaba en la intimidad, ella era “pili”, por pilita eléctrica.
Marcos no despegaba los ojos del vidrio; ella se incorporó y fue a su lado apoltronándose sobre un montón de almohadones. Se acomodó divertida, recordaba que hacía seis meses cuando se mudaron a esta parte nueva del complejo, le dijo a su padre:
Parece la casa de “los supersónicos“- rió por la similitud conceptual con las estructuras en block en las que vivían aquellos dibujos animados.
- ¿Los super qué...? – había dicho Marcos y la hizo sentirse realmente cerca de los treinta.
Miraba el rostro del muchacho mientras recordaba y pensó cúanto amaba a aquel degenerado de pelo arremolinado, mordaz, divertido, melancólico y reservado al mismo tiempo. Ella siempre supo que ambos eran especiales, pero asociaba sus pensamientos con una simple cuestión de ego y autoestima.
-¿Qué mirás? – recién en ese momento la muchacha miró hacia la obscuridad reinante en el exterior. Se sorprendió.-¿Che, qué pasa ahí?
Quebrando la noche con espadas de luz, cuatro reflectores iluminaban la torre allá en el parque. Como luciérnagas se notaban fuentes de luz portátiles sobre el terreno y revoloteando pasaban los destellos rojos y blancos de las luces de posición de un helicóptero.

- Ah, el quilombo del parque – recordó Irina – lo que pasan por la tele.
- No, por la tele no pasan nada de esto; pasan tipos que hablan, nada más.
- Y vos, ¿qué sabés?
- Yo estuve esta mañana y no sentí temblor ni ninguna mierda de esas que están diciendo. Lo que hubo fue una explosión y...
- Pará, pará. ¿Vos qué hacías a esa hora?¿Te levantaste a mear?
- ¡No!,¡ Te digo que escuché una explosión y salí para allá!
Ella prejuzgó la actitud de Marcos sabiendo que tenía una gran imaginación, solo comparable con sus ansias de mudarse a otro barrio, por lo cual inventaría cualquier cosa.
- Gordo, no me estarás...
- Pili, tengo miedo – dijo subitamente y a ella de pronto le pareció un niño muy pequeño
- Che... ¿qué te pasa? – le agarró las manos y él bajo la cabeza, mirando el suelo.
- No sé, pero te juro que algo malo pasa ahí – ahora miraba a los ojos a su hermana – te voy a contar...
Ella escuchó el relato mirando a cada rato hacia el parque, donde bailaban las luces de los reflectores. De la sala llegaban, filtrándose a través de los pensamientos de ambos, las voces en el receptor de televisión.


- Intendente, ¿Cómo puede haberse registrado un sismo de seis punto seis en la escala de Richter y no ser percibido?, ¿Dónde fue el epicentro?
- Bueno, yo no soy geólogo, ni...
- ¿Quién le suministra información con respecto a ese aspecto?, ¿Hay posibilidades de otro fenómeno telúrico? – Los periodistas lo acosaban.
- Caballeros, hay en Metropolilandia un equipo de la Facultad de Ciencias Exactas trabajando bajo la dirección del jefe del instituto sismográfico, en estrecha colaboración con el personal técnico del parque. Son geodestas, especialistas en geognosia,...
¿Cómo explica usted...? – Con un gesto Corradi desairó al reportero que lo interrumpía.
- Amigo, no tengo en estos momentos, a horas escasas de los hechos, una información fehaciente; ni tampoco la intención de presionar a la gente que está llevando a cabo las investigaciones y pericias pertinentes.- tomó agua de un vaso pequeño de plástico – tiene por objeto esta reunión – continuó – tenerles a ustedes al tanto de los problemas que nos ocupan, pues por cortesía no deseaba que la información les llegase por otra fuente que no sea la responsable, o sea nosotros. Pero solo puedo filtrar versiones y opiniones serias de todos los informes que me llegan minuto a minuto sobre este fenómeno; pues aquí hay que delimitar responsabilidades y, si las hay, negligencias. – Con voz autoritaria agregó - Esto es todo señores, no tengo más que decirles pero se les mantendrá informados.

- Dígame, por favor, ¿por qué no se permite a nuestros equipos móviles acercarse al perímetro del parque de diversiones? – inquirió en voz alta el mismo hombre al que el intendente había interrumpido.
Corradi ya se había incorporado y contestó efectuando los ademanes de retirarse.
- Es fácil imaginarlo, se trata de una cuestión de seguridad. No olvide usted que estamos hablando de una emanación de origen volcánico quizás.- manifestó como una obviedad.
- Y digamé, si es tan evidente el riesgo de otro escape letal o algo similar, ¿por qué no se procedió a la evacuación masiva de las casi ochenta mil personas que habitan los complejos edilicios que rodean el sector a no más de un par de kilómetros?
- No encontramos la conveniencia de importunar a estos vecinos, ni hay necesidad de generar pánico, señor. – le habló ahora con dureza – No hay premeditación hacia la prensa; para evitar mayores desgracias y brindar a los peritos la tranquilidad que les permita celeridad en su trabajo, se ha restringido a toda persona no autorizada el acceso al predio afectado y habitualmente a quienes más hay que cuidar, por los riesgos profesionales que asumen, es naturalmente a ustedes, pues ejercen una profesión peligrosa por naturaleza,¿verdad? – se inició un breve murmullo en la sala.
- No creo sinceramente que tengamos más inconvenientes – anunció Corradi tranquilamente – Lo más desgraciado e irreparable ya ocurrió y no existen indicios que hagan pensar en males mayores – y terminó diciendo –Para mañana, en cuanto sus ocupaciones se lo permitan, voy a pedirles a los profesionales a cargo que les hagan un cuadro de situación y no duden que en cuanto sea posible les será permitido el acceso a la zona afectada; gracias.-
Una vez que se retiró el intendente, los hombres de prensa permanecieron instantes hablando por sus aparatos celulares o frente a sus propias cámaras. Desde su auto Corradise puso al habla con Azcuénaga
- Carlos, tienen que meterle pata.
- En eso estamos. Tengo acá a la gente de la Facultad, los agrimensores,los proyectistas...
- Me va a presionar el periodismo y tengo que mostrar algo. Que me llame el director de la estación sismológica – hizo una pausa – ese... ¿Kanabea?
- Akanabe – corrigió Azcuénaga.
- Bueno, sí, el japonés ese – rió – voy a descansar un par de horas, le sugiero que haga lo mismo mientras sus técnicos se ocupan de esto.
- Voy a recostarme aquí en mi oficina, no quiero ausentarme hasta que Levenssen me diga que está todo ok.
Colgó luego de saludar al intendente y miró por la ventana de su oficina hacia el inconcluso primer nivel de la torre, donde funcionaría la confitería, ahora fuertemente enmarcado por los haces de los proyectores. Por un instante hubo luz en esos negros ventanales. Una luminosidad amarillenta, pálida; palpitó y se extinguió. El administrador se acercó al vidrio y fijó su vista; un helicóptero policial hacía círculos sobre la mole.
- Eso fue un reflejo... – se dijo a si mismo.
Otra vez palpitó aquel ventanal como una lámpara en una caída de tensión y de repente....
Tomó con premura el handie talkie de su escritorio.
- ¿ Kurt ? – llamó en la frecuencia interna y solo contestó la estática cuando dejó de presionar el pulgar
- Kurt, ¿me escucha?
- ¿ Azcuénaga ? – era Ubaldo quien contestaba
- Ah, Ubaldo. Digamé, ¿hay alguien en el primer nivel de la torre?
- No pudimos todavía con los ascensores, no andan, ¿necesita algo ahí?
- No, no está bien, sigan con lo suyo; fuera.
- Ok, cambio y fuera.
Azcuénaga aguzó nuevamente la vista en busca de lo que él juzgó una figura como la de un hombre muy corpulento, un gigante sin ropa alguna que vislumbró durante el exiguo resplandor. Luego lo pensó mejor: ¿desnudo? ¿ahí? ¿a la una de la madrugada?; el cansancio estaba haciendo estragos en su organismo.
Percibió apenas la aeronave policial y pensó en sus luces de posición, los cristales opacos de la torre, fotocromáticos... pero no, no fue eso.
- Estás cansado Carlos, muy cansado – se dijo y con un solo movimiento se desplomó en un sillón, dándole la espalda a la ventana y a la torre. Aunque estaba muy nervioso, se durmió profundamente.


Desde su departamento en los complejos, Marcos notó un extraño resplandor en los ventanales del primer nivel de la torre; sin embargo como vecino de la construcción que era recordó que no tenía luz propia ese lugar inconcluso, pero podía haber operarios inspeccionando. Pasaron varios minutos antes que el muchacho cayera en un sueño ligero con la cara aún hacia los ventanales.

Un fragor de disparos y explosiones lo despertó, tuvo la fugaz visión de la torre desintegrándose en una cascada de vidrio y metal y, súbitamente,los reflectores se extinguieron y solo hubo una gran negrura continua sobre la extensión del parque. Paralizado, había perdido noción de la hora.
- Irina, vení – golpeó el tabique de material que separaba la habitación de la de su hermana. Eran la una y cuarenta minutos.

Continuará...

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