jueves, junio 29, 2006

Piedra sobre Piedra III (cuando la ciudad se tragó a la aldea)

Durante los treinta primeros años del siglo XX, el proceso transformador de la Gran Aldea no tuvo retorno: mientras los conventillos porteños se poblaban de la más cosmopolita y miserable horda de inmigrantes que, engañados, huyeron del hanbre y la guerra en Europa y Medio Oriente y vinieron por una América en la que solo dejarían sus huesos cansados después de haber dado el quíntuplo que recibieron por esta nación (la oligarquía tradicional, que había soñado con un modelo de inmigración al estilo anglosajón, no estaba dispuesta a experimentar el sistema de "farmers" norteamericanos o australianos, ni a facilitar la adopción de ciudadanía de ingentes cantidades de imprevisibles votantes; a resultas de lo cual, los ambiciosos inmigrantes campesinos u obreros de sueños propietarios y de prosperidad bien ganada, devinieron en proletarios urbanos, los más anarquistas).
El conjunto de la ciudadanía común, vió casi sin solución de continuidad, un torbellino de espectaculares cambios que sepultaría en el olvido a la antigua ciudad decimonónica, para convertirla en una de las orbes más modernas del planeta: en épocas de patrioterismo acérrimo y a la fuerza, la sensación era de una gran prosperidad.
Las tremendas demoliciones para abrir camino a las diagonales Norte y Sur; las obras de los subterraneos, la extensión de la red de tranvías , el entubamiento de los principales arroyos de la ciudad, los grandes edificios públicos, los puentes, el alumbrado público, el empedrado de las principales arterias para enlazar las barriadas... todo fue vertiginoso y sin retorno.




El Gasómetro de Avenida la Plata. Uno de los más importantes estadios de los comienzos de la actividad futbolística argentina desde el amateurismo. Con capacidad para 65.000 espectadores fue, hasta el advenimiento de los grandes colosos de cemento de mediados de siglo (El Monumental, La Bombonera, El Cilindro de Avellaneda, El Palacio Tomás A. Ducó, el (hoy) José Amalfitani)con la salvedad del antiguo recinto de Independiente (más pequeño que hoy -no tenía la "Cordero"-) con un acceso más complicado, el escenario de algunos de los más importantes eventos futbolísticos. Fue el primero en contar con un gran sistema de iluminación y jugaba en él con frecuencia la selección nacional.

Terminada la fosa de la trinchera del Ferrocarril de Oeste con el objeto de obstaculizar menos su salida desde Plaza Miserere hasta Primera Junta en una metrópoli que estiraba sus tentáculos hacia los barrios tradicionales (Flores, Liniers hacia el oeste, como sería Belgrano hacia el norte y Avellaneda y Banfield hacia el sur); se empiezan a tender los puentes sobre las arterias que va a permitir franquear el tendido bajo nivel: el de Medrano será uno de los primeros (1903) y por ahora el de la calle Ambrosetti fue el último, cuando la calzada de la calle se extendió en el primer lustro de los '90 por sobre las vías, para aliviar el congestionado puente de la Avenida Acoyte y además relegar al olvido un viejo puente peatonal de hierro de la primera década del siglo XX.


Acá vemos un par de años antes cómo se efectuan las intensas obras que cambiarán la fisonomía de Once y Caballito: se abre la fosa para soterrar el tendido del hoy Ferrocarril Sarmiento.



Hasta 1900 el cruce de Riachuelo se hacía muy frecuentemente en botes y lanchas destinadas a este efecto, de los que los pintorescos y un poco sórdidos botes de La Boca son un lejano recuerdo. Los puentes del siglo XIX no podían hacer frente al severo tránsito de carros, obreros y más tarde tranvías y automóviles hacia la zona sur, particularmente Dock Sud, Avellaneda y Gerli, centros neurálgicos de la actividad de los frigoríficos; cuando la carne era uno de los principales motores del país (para sufrimiento del proletariado y conveniencia de la oligarquía de época). Entonces comenzaron las obras del Puente Pueyrredón (el viejo puente).

Aquí, en 1903, ya se lo ve terminado y habilitado. Pronto se terminaría el Transbordador de La Boca (el viejo "puente negro", que vió copiada sus líneas por el esbelto y plateado Nicolás Avellaneda) y surgirían en menos de tres décadas una decena de puentes, algunos de los cuales ya no existen ni sus pilotes como es el caso del Sáenz Peña, que estaba a la altura de la Av. Patricios, en el límite entre La Boca y Barracas. Tres o cuatro puentes ferroviarios, el que aún se conserva (casi siempre levantado) pasando la Vuelta de Badaraco (conocido como "el anaranjado" por el color intenso de las capas de minio que cubren su remachada estructura de hierro levadizo) y permite el acceso a la Playa de maniobras de Casa Amarilla pasando por detrás de la Bombonera y de ahí, colándose entre el Htal Rawson y el Barrrio Catalinas Sur, acceder al nudo del Puerto, por Puerto Madero; el que en Pompeya permite por un lugar sórdido la conexión del ferrocarril Midland (Belgrano Sur) que arranca el recorrido desde Valentín Alsina, pero que se conecta con la Estación Buenos Aires; el que desde Ing. Budge va hacia Aldo Bonzi, por el otrora popular balneario de La Salada (de la misma línea y ramel del Midland) y que fuera escenario hace unos cuarenta años de una tragedia al arrastrar una formación a un bondi de la línea 21, que barrió a los peatones que ladeaban el puente; y, por supuesto, el antiguo puente de hierro para las cuatro vías del Ferrocarril Roca; a la sombra de éste el pequeño Puente Bosch; aguas arriba el Victorino de la Plaza; más arriba aún el querido Puente Alsina (morite Uriburu) y por último el primitivo Puente de la Noria, varias veces modificado durante el siglo XX.



Y la aldea dejó lugar a la metrópoli, surcada de cicatrices y horadada en sus entrañas; y hablando de Victorino de La Plaza, acá lo vemos en 1913 (a este que fue presidente por obra de los conserva y la parca), en la inauguración del ferrocarril subterráneo Anglo-Argentino... cómo metía la cuchara la pérfida Albion por entonces.

lunes, junio 26, 2006

Eso que nos pasó fue un Mundial (Porquerías Sobrantes)

Bueno... Nach Berlin! gritan los germanos (hacia Berlín) y yo, pese a todo lo que parecen haber cambiado en estos sesenta años, los veo tan cómodos en el SportPalatz der Führer. Entonces, para no ser menos ¡A Berlín! gritamos los criollos y a fascista, fascista y medio; le tiramos por la cabeza con todas estas porquerías que nos sobraron de "La Fiesta de Todos", fíjense

Coca Cola a rolete, porque acá "le daba más vida al Fútbol" total, de dar muerte se hacían cargo los Grupos de Tareas. Botellas de vidrio señores, y los cagamos bien a botellazos, para pasarlas las llenamos con meo de riñones apaleados por la tortura y el color da igualito (total deben pensar que por el tercer mundo no existe el PET)
Todos estos símbolos de mierda para que se asusten las caritas de pibes del logo de ellos y la mascota para que los cague bien a rebencazos hasta que confiesen que el penal de Codesal fue IN-VEN-TA-DO Vöeller: sabemos donde vivís.
Le mandamos a la hinchada este rezago de 500.000 ejemplares del best seller del EAM '78, (de donde se tragaron parte de los 500 millones de dólares), que tenía como 800 páginas a razón de 6 kilos por ejemplar ¡Y los cagamos a librazos! Justo en el lugar donde ellos hicieron piras con los libros!!!
Después, una abundante provisión de monedas que encajan justo en los cospeles del Ubhan, los trenes, subtes y teléfonos y estampillas para los emocionados alemanes que las pagarán en euros.
Y para las puertas de acceso de la hinchada argentina, les mandamos la celocía con la pelota gigante y si nos dejan afuera, se las dejamos ahí para que se la metan por el culo y no vuelva acá Nunca Más.

Y mientras nos vamos cantando ¡volveremo, volveremo; volveremo otra vez, a cagarlos por ser nazis, como en el '36! Los recagamos a monedazos con la serie especial acuñada en la ESMA!!! Juira bichos!!!!
Lo malo se va... Lo bueno llega. ¡Aguante Argentina, que vamos a salir campeones!(Qué festival se hubieran hecho los chicos del CNA con este material)


El humor como recuerdo a la preciosa e invalorable juventud de Kosteki y Santillán, inmolados por la dignidad de un pueblo que sabe que otro destino como patria es posible. No los olvidamos.

domingo, junio 25, 2006

Piedras Muertas III (Cuando algo que nos cobijó muere, siempre se lleva algo nuestro)

Pensaba en el Bar Británico, al que nunca concurrí. Pensaba en las muchas casas art noveau de San telmo y San Cristóbal que, en lugar de reciclarse, se han volteado para abrir espacio a estacionamientos u horripilantes y heterogeneos edificios berretas construídos en las últimas tres décadas. Pensaba en cuando casi desaparece la Casa Colectiva Valentín Alsina, de 24 de Noviembre y Caseros, donde vivió hasta sus 94 años mi abuela y casi la voltea Cacciatore para el delirante trazado de una de sus descabelladas autopistas. Pensaba en tantas familias ejecutadas judicialmente, tantas otras empobrecidas que han debido mudar sus bártulos e ilusiones a barrios más humildes. Pensaba en los barrios donde las casas bajas de los inmigrantes han mutado en funcionales y no siempre estéticos departamentos tipo casa (quizás de ahí el atractivo de las zonas de Palermo, Villa crespo, caballito o Nuñez donde se han reciclado bellamente muchas casas "chorizo"¨, pero para lo que se necesita mucho dinero)...
En fin, pensaba en lo inevitable, pero también en lo evitable. Quizás la ciudad debería alentar desde sus gobernantes, ONG y ciudadanos a promover ayuda crediticia para aquellos que preserven el aspecto identitario de los barrios, sin que por ello sea un reglamento de copropiedad, ni se restrija la libertad del que compra, ni del que vende, ni se conviertan zonas a los condicionamientos de barrios cerrados... solo pienso en alentar y no tener que recurrir in extremis, a declarar algo de interés histórico o cultural, para que se conviertan en piedras muertas deshabitadas o lugares sórdidos y arrumbados (los conventillos de La Boca, algunas zonas de Barracas, el Abasto, zonas de Monserrat).
Sería lindo conocer si alguno de los que nos sigue ha pensado en esto y qué se podría hacer. ¿Cómo será tu mirada cuando tus empedrados no sean más que un recuerdo?
Una tarde que fui a hacer una guardia inmobiliaria a un pequeño barrio de casas tipo chalets americanos de los '60 que está tras el parque avellaneda (algunas pocas manzanas), pensé y volqué en papel esta desprolija poesía urbana, ojalá les guste como para pensar en esto.


Casa centenaria de frente rococo (preanunciante del art noveau) que sobrevive en San Telmo


UNA CASA QUE SE VENDE

Camino bajo el sol
en la quietud del mediodía.
Una casa se vende, pienso
una historia que termina.

Me paro y observo esa calle,
me parece tan vacía...
La casa que se vende y su misterio
me cautivan.
La veo grande, desnuda, muy fría.
Se despereza la chicharra
en el cálido mediodía;
se mece el frondoso árbol
y el viento tibio parece cargado de vida.
Los testigos mudos hablan
las baldosas, el asfalto, una triste canilla;
reverberan de momentos
de desdichas, de alegrías...

Esa casa que se vende
hoy, me parece mía;
porque desde sus ventanas clama
que el ayer no se acaba
que el pasado no es mentira,
porque el ayer es de todos
y es de todos la vida.

Una casa se vende,
un camino que se emprende,
una ilusión se enciende.
Otra historia llegará
la mañana siguiente.
Y cuando el jardín reverdezca
parecerán nuevas las cercas;
y cuando las luces se enciendan
parecerán otras las sombras que proyectan
y con las nuevas comidas
parecerán otros los olores
y al repoblarse los armarios
parecerán olvidados los colores...
Sin embargo las paredes saben;
no obstante, los picaportes recuerdan
y a pesar de todo, las pisadas no se borran
y aunque no se note, los cristales siguen empañados
y si bien no queman, las hornallas no se enfrían
y aunque nuevos tonos vistan los muros,
duerme cubierta la pintura antigua...

A ti, que hoy la has dejado,
la casa sabe que has de volver un día;
ella guarda tus momentos
vigila tu calle, detiene los tiempos...
Y si al volver no la encuentras
porque sus piedras han muerto,
pon una flor en tu alma
y detente a rezar en silencio.

Sergio Fidel
16/XI/95
“A la casa que una vez tuve y a la que todavía espero”

viernes, junio 23, 2006

Los Nombres de las Calles V: Los dueños de la tierra

CALFUCURÁ

El "Señor de las Pampas" era descendiente directo de las heroicas gestas de los jefes araucanos que, provenientes de Chile, resistieron por siglos el dominio español en el norte de la Patagonia, el Comahue y las Pampas. Se instalaron en el actual territorio argentino a comienzos del Siglo XIX. Un cacique sobresalió entre todos los de este largo período de la historia pampeana por su valentía sin límites, por su destreza inusual en el manejo de la lanza, por su oratoria cautivante y por su astucia. Durante los muchos años de tortuosa y sangrienta conformación de la patria como nación, la historia de estos terruños giró en torno de su nombre, temido y respetado aún por sus enemigos.
Calfucurá significaba "piedra azul" en lengua indígena y tiene su origen en una creencia muy difundida entre sus seguidores. Según ella, siendo niño aún, había recibido una péqueña piedra de ese color de manos de Huecuvú, divinidad que con ese gesto lo había convertido en invencible. Y si bien es cierto que algunas batallas demostraron lo contrario, probaron también que era casi indomable.
Tenía el tipo físico de los indios patagones, de quienes descendía: muy alto, de hombros anchos y pecho prominente; su renegrida cabellera enmarcaba un rostro sereno en el que sobresalían los ojos vivaces y escrutadores, signo inconfundible de gran inteligencia. Cuentan que al llegar a territorio de la hoy Argentina, bordeaba los cien años de edad, aunque mantenía intacto su vigor y montaba a caballo con la ligereza propia de los jinetes más jóvenes de la tribu.
Agraciado con el don de la palabra, su voz grave y sonora solía entregarse a extensas peroratas que la numerosa muchedumbre de sus súbditos escuchaba embelesada. Al igual que la mayoría de los indígenas que poblaron la Pampa, Calfucurá practicaba la poligamia: llegó a tener hasta 32 esposas, las que le dieron docenas de hijos. según las crónicas de quienes lo conocieron, gustaba recibir a sus visitantes acompañado de su mujer más joven y de la más vieja: ésta última se encargaba de cuidar que no se apagara la pipa que fumaba el cacique, en tanto que la más joven compartía su comida.
Calfucurá fue un eximio guerrero y un conductor político no menos hábil, dos cualidades que puso de manifiesto durante toda su acción en las tierras de la actual Argentina. Sus primeras escaramuzas las libró en la zona de Salinas Grandes, de donde consiguió expulsar a los Vorogas, hasta entonces dueños de la región, tras una breve lucha. Después de su triunfo y dando una prueba acabada de su astucia, exterminó a los jefes vencidos pero supo mostrarse clemente con la gran masa de indios, que de inmediato se volcó a su favor. Envió entonces una notificación a todos los caciques de la región, para avisarles que por la voluntad de Gunechén (Dios), había cambiado el gobierno de Salinas Grandes y se había erigido en Jefe Supremo.
Entre los emisarios portadores del mensaje estaba su hermano, Namuncurá (pie de piedra), quien se dirigió a Buenos Aires con la misión de entrevistarse con el gobernador de la Provincia. Teniendo absoluta conciencia del poderío de Calfucurá, Juan Manuel de Rosas recibió a su emisario y reconoció al cacique como señor de la región.
Ello no significó en modo alguno la sumisión del caudillo indio a la conducción porteña. Por el contrario, siguió actuando con gran independencia, como lo demuestra un episodio acaecido en 1837, a raíz de una invasión de cuatro mil vorogas que llegaron desde Chile bajo el mando del cacique Railef. Después de una sangrienta incursión por Córdoba y Santa Fe, los invasores emprendieron el camino de regreso llevando como boyín un arreo de casi cien mil cabezas de ganado. Calfucurá les salió al paso con sólo mil lanzas en Quintucó, a orillas del río Agrio, y los derrotó por completo. En apariencia había cumplido con el restaurador, puesto que se constituía en celoso guardián del orden y perseguía a los ladrones, pero la realidad era muy diferente. No titubeo en quedarse con los cien mil vacunos robados (el aborigen no entendía de alambradas, solo de territorios y de lo que en él hubiera o consiguiera, sus códigos -no por ello menos honorables- eran otros), aprovechando la oportunidad para informar a quienes quisieran escucharlo que él, como "enviado de Dios", era el amo absoluto e indiscutido de los pampas.
Y lo fue durante un cuarto de siglo a pesar que las derrotas que las tropas de ejército nacional (léase ejercito del gobierno de Buenos Aires) le infligieron en repetidas oportunidades por la tremenda disparidad de poder combativo que daban las armas de fuego. Su lucha contra el avance del "blanco" (porque en las filas del ejército a muchos gauchos se les había quemado el moisés y no escaseaban todavía los negros), presenta a menudo ribetes increíbles: tal es el caso de la batalla de Pigüé. En 1858 los coroneles Granada, Conesa y Paunero coligaron sus respectivas unidades para combatir al "salvaje". El encuentro con Calfucurá y sus lanzas se produjo en el paraje que hoy ocupa la ciudad de "las encadenadas"; las bajas fueron tremendas por ambos bandos, pero los coroneles lograron quedar victoriosos finalmente. Lo asombroso del hecho radica en la duración de la lucha: el combate se decidió recién después de más de 48 horas ininterrumpidas de pelea. Ni siquiera entonces se consideró definitivamente vencido el mítico jefe indígena. Una muestra del fervor con que defendió sus territorios la proporciona precisamente su última gran batalla. El 8 de marzo de 1872 fue vencido en Pichí Carhué por las tropas del general Igancio Rivas. Cuando el cacique se retiró, los cadáveres de doscientos indios sembraban el escenario de la lucha.
Pleno de angustia pero con su bravía intacta, se retiró hacia sus tolderías para morir súmamente anciano entre los suyos, no logrando jamás un blanco tomarlo por prisionero ni exhibir trofeos de su pertenencia.
NAMUNCURA
Perseguido sin tregua con sus huestes diezmadas y famélicas, Manuel Namuncurá, otrora poderoso soberano de la Pampa, se encontraba ante una disyuntiva de hierro: morir peleando en lucha desigual o rendirse. El coronel Eduardo Ramayón anotó: "...llorando de rabia e impotencia fue a pedir a Reuquecurá, su tío, no armas ni guerreros, sino un rincón cualquiera para vivir proscripto a la sombra de aquellas coníferas gigantescas del sur...". Sin embargo, ese voluntario exilio cordillerano no era posible: también esa región sería incorporada a la soberanía nacional (léase despojada al indio por su exterminio) por los sufridos (y las más de las veces reclutados en levas forzosas) milicos de la mal llamada campaña del desierto (en realidad se trató de un genocidio). El 8 de enero de 1883, durante una ofensiva contra las tolderías del cacique Sayhueque, cayó prisionero un sobrino de Namuncurá ("garrón de piedra" en lengua indígena). Pocos días más tarde, desde Ñorquín, el comandante Ortega informaba que se había presentado en ese campamento el secretario de Namuncurá, Juan Paillecurá, con propósitos de paz. Es que las cosas se iban poniendo cada día más feas para el acosado araucano; ya tenía más de sesenta años, sus fuerzas flaqueaban y -para colmo- le habían capturado parte de su familia, incluída una de sus mujeres. Además, las altas montañas que le servían de refugio imponían un duro precio a cambio de esa relativa seguridad: las penurias, la miseria, el frío, el hambre, no tardarían en empujarlo hacia una decisión extrema.
Así las cosas, el padre Domingo Melanesio -un misionero llegado al Neuquén en esa época convulsionada- recibió un día la visita de varios indios de Namuncurá; los emisarios le anunciaron la rendición de su jefe y le solicitaron que intercediera ante las autoridades del invasor blanco, que ya habían rechazado varios pedidos de audiencia. Entonces los acontecimientos se precipitaron: el citado cura se comprometió a servir de mediador y envió a Namuncurá una carta en la que alababa su decisión y lo invitaba a acudir al fuerte Roca. Garrón de Piedra, tras unos últimos cabildeos, emprendió con su gente un largo y penoso viaje de 450 kilómetros hasta el fortín Romero, donde se presentó con 240 hombres semidesnudos y hambrientos, ante el oficial Morosini. La novedad -para entonces sensacional- no tardó en despacharse a Buenos Aires, donde la recibió el ministrode guerra Benjamín Victorica; en su respuesta, éste aconsejó que se hiciera bajar hasta Roca al jefe indio y a toda su tribu, y que se los tratara "bien", obsequiándolos y ofreciéndoles toda clase de seguridades (tal era el respeto que se había granjeado el derrotado).
Cuando namuncurá y su gente llegaron a Paso de los Indios, los comerciantes los recibieron con simpatía y hasta quemaron cohetes en su honor. Luego, en el fuerte Roca "le fue regalado un quepis de teniente coronel, el pantalón punzó con franjas de oro y el capote militar con presillas de coronel" (con el tiempo subyace la duda: homeneje?, humillación? maquillaje para presentarlo en Buenos Aires?). Dicen que mientras esperaba el momento de viajar Buenos Aires, recibió varias ofertas chilenas para reconquistar su territorio (los diarios militares que refieren el hecho, no aclara, con cierta tendenciosidad, si fueron de sus pares de raza o del gobierno trasandino), pero las rechazó de plano: su "patria" era la República Argentina (o acababan de convertirse sus dominios y su terruño en parte de ésta, lo que es bastante distinto, y el vencido actuaba por la preservación de los suyos). No tardaría en pedir al gobierno tierras y útiles de labranza para dedicarse a la agricultura. La singular comitiva del cacique sometido partió de Carmen de Patagones el 17 de junio de 1884, a bordo de un pequeño vapor francés; lo acompañaban varios capitanejos, un lenguaraz y una de sus esposas, Rosario Burgos, de dieciocho años de edad.
Ya en la Capital, Namuncurá y su gente fueron conducidos a la casa de gobierno y luego alojados el el cuartel de 1° de infantería, donde se les proporcionó camas y algunas comodidades. Su programa en la gran ciudad fue digno de un personaje de la mayor importancia (y él lo era en aquel contexto). Visitó a Victorica, quien lo acompañó al despacho de Julio A. Roca, entonces presidente. Cuentan que ya no había en él rencor hacia el genocida, y permaneció varias horas charlando y rememorando episodios de la lucha en el desierto. Antes de retirarse, Namuncurá le solicitó a Roca que se hiciera cargo de la educación de uno de sus hijos, Juan Quinturas. Por la tarde de ese día pleno de emociones, el cacique visitó con su comitiva el congreso, donde fue recibido por el senador Madero. Muchos de los presentes sentían una extraña y curiosa sensación al agasajar al que representaba a aquellos contra quienes guerrearon y ellos votaron repetidamente fondos para sostener la campaña. Con un último obsequio de Quinientos pesos fuertes que le hiciera Roca, la comitiva adquirió cierta cantidad de provisiones (yerba, azucar, dulces) y artículos suntuarios como collares pañuelos de seda y otras baratijas para las damas. Finalizados "los agasajos de reconciliación", retornó la comitiva al sur. Posiblemente no fueron tan bucólicos como se pintan los últimos años del otrora nómade guerrero, cultivando el suelo neuquino mientras crecían sus hijos y nietos (entre los promeros Ceferino , llamado "el lirio de la Patagonia"); posiblemente con la inteligencia que caracterizó a muchos de sus congéneres de raza, todo lo aceptó en pos de evitar el exterminio total.
En un rincón de su querida tierra que lo vio nacer, Garrón de Piedra encontró su última morada. Hoy sus restos descansan en Junín de los Andes, cerca de los suyos, que todavía luchan contra los despojos pero que prevalecieron y preservaron legados; entre algunos de nosotros, que con el tiempo hemos aprendido a releer la historia

jueves, junio 22, 2006

Empedrados Bizarros IV: ("...Y siga, siga, siga el baile...")

Estas benditas calles porteñas fueron cultoras del corso, peor no siempre en carnaval; si no, fíjense ustedes mismos




Delegación de guerreros somalíes para el festejo del centenario (1910), desfilaron en formación de guerra... (y después se fueron a vender collarcitos de huesitos de tiburón a Santa Teresita)










Volviendo a la actualidad, acá la delegación la mandamos nosotros; era unipersonal pero fue como mandar un camión con acoplado ¡qué acoplado!



Carne de... quiero decir, ¡Corso de exportación! o La argentinidad al PALOOOO!!!



Bueno en este curioso centro oriental con nombre de equipo de audio de Floresta, se dictan otras nobles disciplinas milerarias


- Raska I-go (contemplación ociosa desde el Zen; zentar el culo frente a la tele sin hacer un joraca)

- Kaga Do Rapa (arte de defecar en los baños de las estaciones del Sarmiento sin contraer infectocontagiosas)

- Kemapaño Saka Yama (genuflexión de integrante de honorable institución barrial -club- , consistente en acostarse sobre la mesa de billar y, mientras se hace la "velita" con las piernas levantadas rígidamente sosteniendo la cadera con las manos, se despide una potente ventosidad sobre la flama de un encendedor, dejando en el paño "La marca del Dragón Bramante")

Yo me anoté en el Sushi intensivo y ya aprendí a tener dos pescados vivos entre las ingles (el secreto es el Axe "Asque")




Bue las chicaaaas, siempre rondando con sus servicios charter y las "Japi Auers"



Atención con esta de acá abajo!!!!

El mundial es profesión de Fe... (¡Cliquea las fimágenes para agrandarlas!)



Y si no pregúntenle a este pedazo de Garca, que mandó este Fixture de la Fe!!! Leelo!! Qué hijo de Puta!!!


Y si te cayó simpático y no querés quemarte en el averno ¡Sintonízalo hermano! y deja que te Peneeeeetre La Palabra...

"...Al compás del tamboril, opa, opa, al compás del tamboriiiiiillll!!! ..."

lunes, junio 19, 2006

Megalópolis: el nido (novela atroz por entregas) Parte XI



XI

Caminaron tropezando con una correntada de gentes en todo tipo de ropa de noche, que iba en sentido contrario a los dos policías. Un chico con brazal y megáfono los tranquilizaba desde el techo de una Kombi y los guiaba hacia los micros, que se perdían en la negrura y la polvareda, a medida que se completaban e iban saliendo con los evacuados.
- ¡Dejen sus departamentos cerrados!¡Avisen de fugas de gas!¡Solo lleven ropa de abrigo! - eran las voces de recomendación. No había pánico, solo quejas.
A cien metros del supermercado, en su acceso lateral que enfrentaba al parque, se encontraban los dos últimos patrulleros y una veintena de policías con máscaras; hasta allí llegaron Robacio y Duronea, tosiendo y respirando con dificultad. Duronea tenía el grueso bigote poblado de un polvillo amarillento, el mismo que cubría el pelo de todos los que no tenían gorra. Los coches policiales cruzados en la avenida hacían de barrera frente a tres furgonetas que los enfrentaban. Desde el techo de estas últimas, unos veinte fotógrafos y camarógrafos con sus teleobjetivos, trataban de horadar la noche; usaban barbijos, antiparras, pañuelos, gafas, todo lo que los pudiera proteger de ese viento fétido, acre, que hacía arder la piel. El cordón de uniformados contenía a algunos curiosos y reporteros.
- ¡Inspector!¡Llegó el Comisario! - gritó un policía
El oficial llegó corriendo teniéndose la gorra con una mano y dos máscaras en la otra.
- Gracias Ruiz - le dijo Duronea agitado, reconociendo al inspector
- Buenas Noches Señor - respondió el oficial
- ¿Cómo está su gente?
- Bien Señor, gracias. Estábamos en el perímetro: un buen dolor de tímpanos y mucha tierra, nada más
Lentamente, el polvillo en suspensión comenzaba a envolver el lugar donde se hallaban
- ¿No salió nadie?¿No se vio nada?
- No y jay además un móvil de la comisaría 40³ por el otro lado de la avenida -dijo señalando hacia la oscuridad- que tampoco vio a nadie ni ve nada
- Desde acá tenemos ciento cincuenta metros al alambrado y trescientos al ingreso principal - le comentó otro agente a Robacio, que comentó como casualmente:
- Había un hombre cada cincuenta metros apostado en la línea del talud... son unos cuantos
- Lo que fuere que sucedió, no les dio tiempo a nada; ni corridas vimos - le contestó el inspector
En ese momento se acercaron las centellantes luces rojas de una autobomba de asalto del grupo de explosivos.
- Está bien Ruíz - dijo Duronea - Téngame a esta gente lo más lejos posible -señalaba al grupo de reporteros
Entre tinieblas subieron con Robacio a la autobomba, que parecía una especie de tanqueta blindada con un miriñaque para apartar escombros al frente. Al ingresar por la escotilla lateral, Robacio miró al vehículo de seis ruedas con tracción en todas ellas, que tenía sobre su superestructura todo tipo de equipo de demolición y extinción, además de dos cañones hidrantes en torres superiores una al frente y otra en la parte posterior.
- Tenga Walter - le dijo Duronea cuando tomaron lugar sentados entre diez efectivos más. Le alcanzaba un aparato respirador con tubo de oxígeno para reemplazar la incómoda máscara antigás. Robacio se adelantó luego a la parte de conducción de la cabina. Miró por los ventanucos laterales de la trompa: en el exterior, parado en un estribo, un hombre con traje antiflama manejaba un reflector rompeniebla.
El vehículo avanzó lentamente por la avenida; se sacudió al pasar sobre un poste de alumbrado caído y se acercó al acceso, internándose en la incesante y copiosa lluvia de tierra.



- Chequear todas las ventanillas cerradas - advirtió sin dirigirse a nadie en particular el conductor. El silencio era roto solo por el purificador de aire del habitáculo.
Sobre un panel lateral otro hombre chequeaba un sensor térmico y otro infrarrojo, con los que barría casi cinco kilómetros de diámetro.
- Hay un solo foco -informó al jefe del grupo de bomberos haciendo alusión al incendio
- Creo que deben ser los restos del helicóptero que se quema en su propio combustible por el tipo de señal - aclaró
El chofer casi no tenía visibilidad y, desorientado, dijo
- ¿Nos pasamos de la entrada?
- Parate - ordenó desde afuera el hombre del estribo. Giró lateralmente su reflector y recorrió lentamente lo que sería el frente del parque. Desde la cabina solo se encandilaban más con la refracción de la luz.
Con su mano enguantada golpeó el vidrio:
- ¡Bajen! - indicó a su jefe
Descendieron el jefe de explosivos con dos hombres a los que se sumó Robacio. Usaron una escotilla doble de la parte trasera, con una cámara intermedia donde se equiparon con trajes antiexposición.
Dando la vuelta al vehículo se acercaron al hombre del reflector, cubierto de polvo de pies a cabeza.
- Vengan - les indicó el jefe de explosivos y se acercaron hacia donde se suponía, se hallaba la acera junto al alambrado. Robacio se detuvo estupefacto: como si de los bordes de un cráter rocoso se tratara, un muro de escarpada roca granítica se elevaba a unos diez metros de altura donde antes se hallaba el alambrado. Parecía obra de una topadora gigante; se sacó un guante y lo tocó: tibio, durísimo, liso como pulido, quebrado por fallas como hachazos. Comprendió enseguida que ni el empellón más brutal del vehículo de bomberos, abriría brecha. Volvieron al vehículo a debatir qué harían.
- Podemos ponerle un par de cartuchos y volar alguna fisura para hacer un agujero - dijo el jefe de bomberos
- No - Duronea meditaba - Puede haber heridos al otro lado; avancemos lentamente por todo el frente para ver si se hace más bajo y es franqueable por algún lado
Así lo hicieron. Toda la roca era uniforme, en altura y consistencia. Ya no existía el estacionamiento, ni el acceso principal, ni las cabinas, ni nada reconocible. Finalmente encontraron al patrullero de la 40³ al otro lado del frente del parque.
El jefe de los bomberos usó la radio del vehículo.
- ¿Central, me copia? soy Reconocimiento Uno
Esperó la respuesta afirmativa
- Mándenme un grupo táctico anfibio por el riacho, a ver si puede acceder por atrás: diez hombres, armas de asalto y equipo de intrusión, todos con traje antiexposición; explosivo plástico C4, para darnos paso a nosotros si llegan hasta el frente - escuchó la respuesta por el auricular frunciendo el ceño
- No - fue terminante ante lo que escuchaba - No más de veinte minutos. ¡Muévanse que hay gente ahí adentro que puede estar viva o malherida!
Duronea lo aprobó con un gesto. Impotentes, sin otra alternativa que esperar, se sentaron en el piso de la tanqueta a la escucha de las novedades, que no tardarían en producirse.
- Jefe, el líder del comando anfibio - anunció el radiooperador después de diez minutos
- Abrí el parlante
Hubo un segundo de estática, luego habló un oficial.
- Reconocimiento Uno ¿Me copia?, ¿Jefe?
- Te escucho
- Visibilidad cero; bruma. Igual subimos la barranca de la ribera: está igual que allá; yo diría que parece una pared de más de diez metros de escombros graníticos...
El oficial hizo un repentino silencio.
- ¿Qué pasa? - preguntó el jefe
- Hay algo que... - se oyó al oficial hablar con sus hombres en la chalana de asalto
- ¡Vamos! ¿Qué pasa? - se impacientó el jefe
- Señor, hay una barcaza en el medio del riacho... con gente, va cargada de gente... apenas la vemos porque se ensancha acá el riachuelo, la canalización hace como una laguna de forma ligeramente hexagonal, fíjese en el plano... apenas si la vemos.
- ¿Estarán evacuando? Hay varios canales que desembocan en esa parte de la canalización
Estática en la radio nuevamente.
- No señor, es una barca de madera, extraña, parece muy rústica, no vi algo igual... está atestada de tipos extraños, no podemos ver bien
Escucharon al líder como le pedía al otro bote Zodiac que se acercara al lugar para brindarle apoyo. Se cortó unos segundos el audio; todos se miraron dentro del vehículo de reconocimiento.
- Comando anfibio ¿me copia? - reclamó el jefe - ¿Está ahí?
Apareció de golpe la voz del oficial desde el riachuelo
- ¡El agua hierve! - gritó histérico
- ¡¿Qué?!
Se oía un griterío entre los hombres del bote.
- Ay la puta... ¿qué es eso?... ¡Dispará carajo!
- ¡Me quemo! ¡Me quemo!
- ¡Ahí! ¡Salen del agua! Eso es... ¡La barca, tirá, tirá!
Por el parlante abierto de la radio del vehículo de reconocimiento se oyeron tres, cuatro disparos quizá, un último estampido y se cortó la comunicación.
- ¡Oficial! ¡Comando anfibio, responda! - gritó el jefe
Duronea se apoyó contra el mamparo junto a Robacio, frotándose la nuca con su manaza
- Hay que esperar la luz del día... no podemos perder más gente
Robacio asintió. Chequeó la espera luminosade su cronógrafo.
- Cuatro y veinte - dijo casi para sí.

sábado, junio 17, 2006

ABL...La Reina limpia y alumbrada

ALUMBRADO
El primer alumbrado público porteño fue ordenado por el virrey Vértiz. Tal cosa no existía por entonces y sólo se encendía faroles en las puertas de las casas cuando se esperaba a alguien. No sueñen ni por un momento de que el Virrey hizo poner un farol en cada esquina. Sin embargo por esto se lo conoció durante algún tiempo como "el virrey de las luminarias". Los faroles eran de hierro y vidrio, con una especie de chimenea o tiraje con sombrero arriba. La luz era de vela de sebo. Quien se encargaba de su control era el "sereno" aquel que representábamos en la escuela durante la fiesta del 25 de Mayo y que decía: " Las seis de la mañana andado(luego descubrimos que era: han dado) y sereno". Los vidrios se oscurecían con el hollín de las velas, las velas se apagaban con la lluvia y el viento. La función fue "privatizada" o dada en conceción por licitación. Los faroles eran encendidos a las 20 hs. se apagaban a la 1 hs en que se terminaban de consumir si todo iba bien.

LIMPIEZA
Desde su fundación en 1580, la Trinidad o Buenos Aires, como uds prefieran, fue una porquería. Éramos apenas una villa, y se vivía como en una villa pero menos hacinado. El trazado original de Garay no se había llenado, había apenas 3 ó 4 lotes por manzana como mucho. Las divisiones entre lotes no existían, con suerte alguien dividiera su parcela con cerco vivo o con cañas y barro en el S XVIII. Para la época del virreinato quizás hubiera casas en el centro que tuvieran una tapia medianera de adobe o de ladrillos de barro como un lujo. Las casas tenían una letrina con pozo abierto o ciego, y otro para la basura (en el mejor de los casos). Las veredas (donde las había) no estaban llenas de caca de perro como ahora, estaban llenas de basura, caca de todo tipo de animales domésticos y animales muertos. Los animales domésticos andaban sueltos; perros, gatos, cerdos, gallinas, vacas, cabras vagaban por los terrenos de sus dueños, de sus vecinos y por la calle; los caballos por lo general no, eran mucho más caros. Quienes vivían cerca de algún curso de agua como el Tercero del Sur (hoy Av. Independencia apróx.) o el zanjón de las Catalinas (Viamonte/Córdoba) tiraban la basura, la cacona y el pichín y toda clase de desperdicios al agua, contaminando no sólo ese curso de agua, sino también el Río (donde los aguateros iban a buscar el agua que vendían en las calles), así como también las lavanderas lo hacían con jabon. (Pensar que muchos hablan de los "negros villeros" que tiran la basura en los arroyos del conurbano, cuando los "villeros" están privados de sistemas sanitarios básicos como agua corriente, cloacas y recolección de residuos). Los Ribadavias, los Álzaga, los Rodriguez Peña, los Escalada, los Leiva, los Pueyrredón, etc, etc, vivían apenas mejor que los pobres de aquella época...y que nuestros villeros.
Buenos Aires no es hoy una ciudad limpia, ni lo era tampoco en 1791 cuando se instrumentó el primer sistema de recolección de "residuos". Desde 1781 regía un sistema de multas para quienes no enterraran los animales muertos dentro de su terreno. El contrato de licitación decía que durante el invierno, dos parejas de recolectores con una carretilla cada pareja debían recojer los residuos y los animales muertos en las calles y enterrarlos en alguna parte. En verano el personal debía duplicarse. Poco después se establecieron días para sacar las inmundicias a la calle. Pero el sistema fracasó porque el Cabildo consideró que la empresa no cumplía con lo estipulado y la empresa se retiró del negocio. En 1803, aparecieron los primeros carros de recolección que eran del Estado; pero eran pocos y los recolectores no trabajaban tiempo completo. Sólo a partir de 1840 el sistema empezó a funcionar con regularidad.

viernes, junio 16, 2006

Alma de Potrero, Alma de Diamante ("...Por unas horas se olvidó que cada uno es cada cual...")


"Gloria Dios en las alturas, recogieron las basuras de mi calle ayer a oscuras y hoy sembrada de bombillas..."






Es así nomás ... "vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas..." Esta mágica locura espléndidamente retratada en "Fútbol y Patria" de Pablo Alabarces tiene algo de viernes de ceniza: ¡El Carnaval no ha muerto! ¡Qué viva el Fútbol! Para que esta noche sueñen por un ratito que son Messi o Tévez el pibe de Barrio Parque o el de Fuerte Apache. Aunque la verdad no tenga remedio, siempre existe el dulce albur de cambiarla...
"...Ven a mi con tu dulce luz..." Gracias Flaco por aquella poesía

lunes, junio 12, 2006

Piedra Pintada II (A buen entendedor...)

Arden los muros de la ciudad de la furia. En la oscuridad o a la luz del día, las voces se alzan y algunas fueron acalladas.
De hoy, de ayer, de siempre. Hay de todo como en "Fiesta" de Serrat El prohombre y el gusano aprenden a escribir hoy... y los resultados son muchos. No comulgamos con todo, mucho es porquería pa manchar nada más. Pero es preferible que garabatear a escondidas del miedo...

















miércoles, junio 07, 2006

Por los Barrios...del Sur
FerroClub Argentino sede Remedios de Escalada

Prometido es deuda.
El Ferroclub Argentino sede Escalada es un lugar maravilloso
para que visiten grandes y chicos.
Está en mis pagos australes: El Principado de Lanús.
Allí disfrutarán de un paseo ameno y agradable para todos los gustos.
Con decirles que llevé a pasear a mi hijo y a mi mamá,
y los tres volvimos chochos.

Argentina año verde. Recuerdos de otro país.

Aquí vemos una de las mayores atracciones:
Máquina Naftera-Eléctrica. Motor de ciclomotor(2t) 50 cc. generador
de fuerza electromotriz para los motores eléctricos de propulsión.

La "trochita" o Ferrocarril Económico Sud.
Alegría de chicos y, creanmé, de grandes.
Abajo vemos a su creador y sus entusiastas servidores(del tren) en pleno trabajo.
En este momento además de estar en funcionamiento,
está prolongando su recorrido
que ya incluye su paso por parte de la Univ. Nac. de Lanús(UNLa) y
la construcción de la nueva Estación Norte.


Como muchos de los socios trabajan durante la semana,
los vamos a ver trabajando en la restauración y mantenimiento de los rodados
mientras estemos paseando por el predio.
Allí podremos ver y hasta subir a máquinas y vagones
restaurados. Entre ellos, la máquina de vapor
que participó de las filmaciones de "Evita" y "Siete años en el Tibet".
Hay instrumental y piezas recuperadas de todo tipo rodados,
maquetas de ferromodelismo y siempre hay planeadas distintas
maniobras con los rodados que funcionan.

Vagón Comedor restaurado. Ahora Bar del Ferroclub.

Vayan con tiempo, para poder disfrutar de todo lo que se puede ver y hacer allí.
LLeven la cámara de fotos y no se priven de tomarse algo en el vagón comedor.


El ferroclub funciona con lo recaudado, y la colaboración de sus socios,
quienes pagan una cuota mensual.
El trabajo de restauración y mantenimiento es Ad Honorem.
No recomiendo visitarlo con lluvia.
Para más información y cómo llegar: Ferroclub Argentino sede Escalada

DISFRÚTENLO!!!

La Reina del Plata vista por un pájaro(n)

Hace un tiempo tuve la oportunidad de viajar al sur en avión en un día maravilloso (lo que algunos llamaríamos "un día peronista")...