viernes, febrero 10, 2006

En el País de la Justicia (sueños de pibe)



La bandera había desaparecido, el himno había acallado y la imagen del televisor eran cientos de miles de puntos en la escala del gris; la fritura del sonido, el libro en el piso, la boca pastosa... no había duda: me había quedado dormido; la transmisión había terminado. Pienso en ir al baño, las ganas de orinar me sacan lágrimas de pis y me levanto en el frío de la noche apretando los labios para no hacerme encima. De repente, en la pantalla, la imagen salta en el vertical. ¿No había algo ahí? Parecía... pero no, nada, lluvia de nuevo. Ya en el pasillo escucho el jingle “♪...quédese en el trece para ver...♪”, desando mis pasos y ante la pantalla que centellea en puntos indefinidos solo escucho la fritura. Pero... aguzo la vista y empiezo a distinguir formas, tengo que entrecerrar mucho los ojos y las veo con más claridad. Parlotean, se mueven; parecen fotógrafos y periodistas que se mueven tras algunos personajes. Las figuras son raras: parecen humanas, pero son como una combinación de las marionetas del “Capitán Escarlata” y los hijos del soft de "Toy Story" o “Pequeños guerreros”. Pero algunos son tan humanos. Distingo la gama de grises de la TV en blanco y negro; al presentador lo conozco: es el querido Enrique Almada... pero el entrañable oriental pasa noticias, sí noticias: desde exteriores comienza a informar Pepe. ¿Cómo qué Pepe? Pepe Biondi,

no ven que lleva el sombrero con el cartelito de prensa (acá se lo sacó para posar, claro...).
La misión del F.M.I. dialoga exasperada con Larguirucho, que ante las exigencias de los acreedores contesta obstinadamente:- ¡Bla’ más fuerte, que no te’ scucho!
Mientras que Calculín les rompe el culo con su nueva tabla de paridad: Un Patacón Ley = Diez mil dólares y su nueva Ley de Convertibilidad: convierte a Cavallo en cafetero del Palacio de Hacienda, con el beneficio de un suculento Plan Jefe de Nido de Serpientes.
Oaky, enmascarado, está en el piquete del Puente Pueyrredón y tirotea el Rolls Royce Silver Shadow de Don Gold Silver cuando Gutiérrez intenta, por obediencia debida, arrollar a la multitud.
El ex presidente de origen musulmán, rompe con la modelo chilena después de haber encontrado la mujer de su vida: Patora. Patoruzú, feliz luego de haber saldado la deuda externa y exhausto tras moler a trompadas a la totalidad de la 82ª división aerotransportada de los yanquis que, ante la inevitable independencia económica, invadió para defender la autodeterminación de los veinte wichis que quedan en Formosa y fueron siempre el desvelo del Tío Sam; se muestra desconcertado: es el primer hombre que da la talla para la belleza de su hermana y no necesita su dinero de tanto que choreó. Upa, en un duelo titánico, entra a la historia grande luego de hacer cagar de un panzazo a Gostanián, e imprimen su cara en el nuevo billete de Un Patacón de Ley.
Cachavacha es tapa de Caras, posando solo con su sombrero y en un acto de Justicia Divina, quiebra la editorial.
El profesor Neurus, el contador Fendrich, Pucho, la Garza Sosa, Serrucho y los boqueteros de Barrio Norte, dan un golpe maestro en Suiza y mejicanean toda la guita que se afanaron políticos, empresarios y milicos argentinos, recuperándola para el país.
La última aparición pública de Rodríguez Saa, es con un pequeño papel en una tira de Peni y Palomares en la reaparecida “Sexhumo®”, donde es “clavado” por el nunca bien ponderado cacique “Paja Brava”; en un acto de justicia histórica demorado siglo y medio.
El “Gran Hampa” que asesoraba a Yabrán desde Trulalá, pone pies en polvorosa cuando copan la parada los muchachos del “Cabezón” de Lomas. Pero llega el jeep del Comisario y se los lleva “repimporoteando” a Sierra Chica, junto con el presidente de Chaca, el Coty, los batatas y otros notables; quienes a su arribo a la penitenciaría son agasajados por los “doce apóstoles” con empanadas y otras confituras del horno de la casa.
Una Fuerza Expedicionaria Punitiva, capitaneada por el Perito Moreno, Inodoro Pereyra, Calfucurá, Martín Fierro, el Rey de la Patagonia, el cacique Lloriqueo y su malón; echan a patadas en el culo del suelo patrio a Ted Turner, Stallone, los Bennetton, al sargento Kirk, a Julio Iglesias y hacen adoquines (para terminar la ruta 40) con cien bustos del genocida Roca. Diógenes y Mendieta sacan cagando aceite a Rin Tin Tin, Spike y a Lassie; después hacen las paces con Snoopy y Scooby Doo y, al pasar por Telefé, se montan a Jazmín.
Los niños, que ahora dependen de Don Fulgencio, Gaby, Fofo y Miliki, Carlitos Scazziotta y el Capitán Piluso;
ya no pasan hambre, juegan y ríen felices y van al colegio donde Calculín, el Patriarca de los Pájaros y Petete hacen los nuevos manuales de estudio.
La batalla por la soberanía prosigue y, juntos, el Eternáuta y el Capitán Beto a bordo de la nave de fibra hecha en Haedo; ponen en fuga a la Enterprise con el Sr. Spoke, la teniente Zulu y Scooty incluidos...
El linyera de Tabaré, como un nuevo Espartaco, es proclamado Rey de los Cartoneros; vence a Macri, a los Federales y a la Gendarmería y emancipa a los suyos hacia el país de la Libertad: el del trabajo.
Pepitito, Piñón Fijo, Cañito, Firulete, Cabrito y Violeta, forman la comitiva de recepción para los nuevos inversores que llegan del extranjero con sus capitales golondrina. Les ofrecen, entre otros suculentos negocios, la limpieza del Riachuelo; la concesión del cosmódromo para el cohete argentino que hace Anillaco – Tokio en una hora; la finalización de la Ciudad Deportiva de Boca; la construcción del Mausoleo de Rodrigo y el tendido del tren “bala” entre Barrio Norte y Palermo Hollywood.
En el país de la justicia, los genocidas viven mil años: enclaustrados en un tren fantasma de la memoria de donde jamás podrán salir y, negada la absolución Divina, la historia los juzga y los hace penar en una eterna degradación; cada tanto, los visita el “Yeneral” González y el Dictador de Costa Pobre, pero estos pobres infelices se asustan tanto que no llegan a cambiar palabras con estas monstruosas criaturas.
En el país de la justicia, cuenta el bueno de Biondi, hay una estatua del Che que avanza firme entre El Santo de la Espada y La Abanderada de los Humildes.
En ese país, la Justicia se quitó la venda, tiró a la mierda la balanza y empuñó la espada... cuentan que la Corte Suprema baila desnuda a través de las colinas, buscando las cien capas de seda fina...
En el televisor sigue la lluvia, pero yo duermo como un niño, y el niño dormido... se ríe.

Sergio Fidel Lema

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