lunes, abril 17, 2006

Me contaron que bajo los empedrados... II

Este es un trabajo de campo realizado durante el invierno de 2002 bajo los empedrados de nuestra ciudad. Como espejo de la desolación, refleja lo que quedó después de 27 años de despojo y saqueo del patrimonio, educación y voluntad de un pueblo, hasta tocar fondo (aunque siempre se puede ir más abajo). Para aquellos que leyeron el post "Un cuento de Navidad", éste es el mejor espejo de la descripción que preludia ese cuento pendiente, que da cuenta de este stand by (¿o by pass?) actual... Tengamos la memoria clara, que como regalo de pascuas llegará ese cuento K: esto es lo que la era K encontró (y de la que no era totalmente inocente) para que piensen las memorias flacas, esto fue hace cuatro años...

En las vísceras de la Gran Ciudad

Las imágenes del averno son caóticas, pero regularmente coincidentes: filas de penitentes, insospechados calvarios, semblantes cetrinos, extraviados que no hallan salida, tinieblas, estrépito, confusión, engaño, miserias... Como el Dante, hacemos nuestro propio descenso a un mundo cercano a la vez que extraño: el subterráneo. Invade su denso olor: agrio, aceitoso, húmedo, pleno de ozono, del exudado extraño de los aislantes que aprisionan a la electricidad que le da vida. El olor, espeso, nos envuelve omnipresente y ya no nos liberará mientras transitemos su reino. Es un reino de luz fluorescente que apaga los semblantes. Luces huidizas. Luces en eterna pugna con las sombras. Un mundo poblado de mudos transeúntes y ruidos perturbadores. Murmullos de hierro que no delatan por dónde se aproximan. Curvas siniestras en las que estremece el cuchillo del afilador. Súbitos cascabeleos de vértigo, de velocidad. Un mundo de ruidos sospechosos: el silbato que sobresalta; el claxon anacrónico, el – tunk - arbitrario y siniestro con el que aprisiona o libera a quienes se entregan a su loca carrera. Quejido de acero, reberverancia del ímpetu que no encuentra espacio en la estrechez de este mundo. Latido gutural de compresores; silencios que oprimen hasta la claustrofobia...


Es un mundo en decadencia que supo de un pasado de vanguardia. La mishiadura golpea fuerte en los andenes desiertos, en los negocios cerrados, en las marquesinas ciegas de publicidad, la crisis sacude de contrastes: la señalética se aferra a las paredes ruinosas que gotean lágrimas sobre otrora maravillosas mayólicas;
abrazados conviven obsoletos molinetes con las frías lectoras magnéticas que ganan su disputa en la barrera. Concurren a este mundo nuevos olores, nuevos ruidos, nuevas visiones. Multitudes que han partido: el retiro compulsivo, las privatizaciones racionalizadoras, los oficios que han muerto, obreros que ya no están, empleados que ya no lo son; cedieron su lugar a nuevas presencias, hijas de la crisis: olor a pobreza, letanía de excluidos e imágenes que duelen. La pulseada empresarial con el servicio publico, se prolonga en un lamentable empate de mediocridades.








Las venas enfermas de una ciudad que agoniza

Como la Hidra de Lerna, el subte, es un mundo de mil cabezas, mil bocas. Inmersos en el aliento de una de ellas comienza el recorrido que nos convoca.
Aunque sus túneles son venas siempre tibias, el hálito helado de este invierno de crisis se cuela en el alma de los que transitan las vísceras de la ciudad. La opresión es más fuerte porque el frío nos uniforma en opacos grises, ocres y marrones.

A los del norte todavía les da el cuero
Aquí bajo Cabildo, bajo Santa Fe, hasta estos tonos se revelan elegantes. Por esta vena fluyen las profesiones prósperas de la crisis; abogados, empresarios, universitarios acomodados y burgueses sin desmayos, defilan por las impactantes estaciones que se desparraman por Tribunales, Barrio Norte, Recoleta, Palermo Viejo, Barrancas de Belgrano y Nuñez.
Aquí no tienen lugar los buscavidas ni los menesterosos, la Empresa filtra: sólo vemos lisiados selectos o bohemios pintorescos, que no afean la ruta hacia la Feria del Libro, la Sociedad Rural, el Jardín Botánico o al Alto Palermo. Negocios paquetes. Desfile de attaches. Perfumes importados. Publicidad que invita al instituto de belleza. Promotoras. Muestras. Modernas escaleras mecánicas. Halls opulentos... Un triunfo de la libre empresa.

¿Duerme Corrientes?
El subte nos proyecta por la tarde de la calle Corrientes. Hace frío y no sentimos el calor de la gente: los arbolitos ya llegaron a la City; los bolsillos flacos desertificaron la estación Pueyrredón - la gente ya no compra ni en el Once- ; en Abasto la estación tiene más cerámica que filetes, Carlitos nos mira desde una pared de baño de pizzería...
Las formaciones son modernas, las escaleras mecánicas también, pero la gente se apiña sólo de a ratos; casi redundan los perros de la Federal de tan poca que hay para cuidar. El neón ya no brilla, el centro se volvió un lugar sórdido y peligroso... La avenida apaga sus luminarias en un descanso que nunca pidió...



Tránsito de ilusiones
Extremos de los cachetazos de la crisis. Supo llevar al corazón de la orbe, las esperanzas que de Norte o Sur llegaban en busca de un futuro mejor. Cruce cosmopolita. Convivencia incómoda de una sociedad injusta. El bolso del obrero choca con la carpeta de la universidad de nombre elegante; el empleado de la Cancillería mira curioso al barrendero que vuelve a Los Polvorines... La Empresa monta celosa guardia para que no se filtre la pobreza de Retiro ni de Constitución, los desahuciados duermen en las escaleras o piden discretos el vuelto de las boleterías. Collage de habitantes diversos que se dispersan por la ciudad. Espacio compartido por los que no comparten nada.



El túnel del tiempo
Vieja caoba que recorre los nombres históricos: Plaza de Mayo, Congreso, Plaza Miserere, Primera Junta...
La Empresa desnuda su incapacidad para erradicar el traqueteo, las catenarias, la obsolescencia de materiales y sistemas. En el túnel del tiempo sólo nos reconforta la intimidad con que nos abrigan sus añosos coches. Es una vía muerta donde se detuvo el tren del Estado, ese que supo privilegiar accesos a sus ministerios, y que ahora es tan pequeño que dejó vacuos los ancestrales andenes. La madera de los pasamanos se ha enfriado, los empleados de pullover gris suben y bajan una sola vez al día...



Los barrios olvidados. La frontera.
“El sur también existe”... pero en la ciudad parece muerto. Analogón del tren fantasma, las formaciones discurren vacías salvo en horas picos. Andenes poblados de gente que prefiere el anonimato; gente que no viaja a ninguna parte, gente que duerme, gente que pide, gente que teme al desalojo de la Empresa, gente que ha hecho del túnel su hogar... la formación llega a la frontera; frontera inconfesable de una ciudad partida, desde donde sólo se sigue por la superficie a través de los descampados del olvido.


La enfermedad, los virus, los anticuerpos

La crisis es como una gangrena que se le cuela a las venas de la ciudad. Los virus duermen en los vagones, mendigan en sus pasajes, roban en sus andenes... La enfermedad mella las recaudaciones, convoca al ostracismo a las mejores frecuencias, carcome la magia de la maravilla citadina, palidece su urbanidad en un concurso de marginalidades sociales... La Empresa genera anticuerpos: los uniforma y engalana, los convence de las bondades del servicio y les crea jerarquías de cartón y bolsillos flacos... no hay personal pre-privatización, no vaya a ser que alguien conozca alguna arista reveladora Para los nuevos, pobres de ambiciones, flacos de esperanzas, plenos de agradecimiento perruno, todo está en orden.
Pero le huyen a la pregunta, temen la foto, convocan al reglamento cuando no a la seguridad: las preguntas y las fotos necesitan permisos; como los buscavidas; como los discapacitados... Los menesterosos deben guardar discreción; los sin techo, horarios de cierre... La Empresa es muy vulnerable a esta crisis que enferma y enluta. Es como una galería móvil, muestrario de la desigualdad; de los horrores de un sistema perverso. Y la Empresa sabe que es una batalla perdida: sus túneles se convirtieron en un laberinto de espejos en los que la sociedad no gusta de mirarse... en el fondo la Empresa es una víctima más.







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