viernes, abril 14, 2006

Megalópolis: el nido (Novela Atroz por entregas) Introducción

Esta Novela se ubica temporalmente en el verano 1992/93, momento en el que comencé a plasmarla en papel con una Olivetti portátil de los '70; mi primer PC llegaría en septiembre del '97 y la novela aún estaba inconclusa. Esto tiene únicamente importancia para comprender que cierto contexto histórico político y tecnológico responde a esa realidad de más de una década y los cambios han sido vertiginosos. Que la disfruten en su entrega semanal...
Sergio Lema
Megalópolis: el nido
PROLOGO

El guardia de seguridad estaba feliz.
- Un par de horas más - se dijo
Carraspeó la radio en su mano:
- Puesto seis - estática - Puesto seis, me copia?
- Lo escucho - contestó
- Parte -reclamó el aparato secamente
- Todo ok, un poco fresco
- Es verdad, abrigarse que falta poco. Fuera.
Apoyó el handie talkie sore el pequeño escritorio en su caseta de fibra de vidrio, descolgó la campera del perchero y se la puso.
- Volvió el puto invierno – farfulló
Salió de la cabina y dio unos pasos para desentumecer las piernas.
Contemplaba, despejándose la modorra, el amanecer. Eran las seis y cinco; por sobre el riachuelo canalizado, se recotaban las siluetas fabriles vecinas a la ribera opuesta..
Estaba agradecido por la rutina de ests última semana. En lugar de los monótonos establecimientos bancarios; laboratorios de fríos pasillos o los alienantes monoblocks de oficinas, en los que acostumbraba pasar sus noches de consigna,; el parque le brindaba la posibilidad de iniciar la ronda
observando volar los patos en un deslumbrante amanecer; o tonificar la vista con los mil verdes del esmeradamente cuidado prado circundante; o disfrutar de noches de embriagante rocío perfumado
y sorprendentes cantidades de luciérnagas.
El disco solar se insinuó como una lnea llameante en el horizonte.
- Debe ser el único lugar de la ciudad en donde uno puede ver al sol librándose de la tierra - pensó
El suelo se obscureció por el resplandor.
En su ensimismamiento, el hombre demoró un par de minutos en advertir lo que ocurría. El terreno bajo sus pies, habíase calentado subitamente y a la vez endurecido notablemente. Confuso, se apoyaba alternativamente sobre un pie y el otro para poder soportar la temperatura bajo la suela de sus zapatos. Se sintió ligeramente mareado. De pronto comprendió:
- Se mueve la tierra - se dijo con voz apagada y corrió unos pasos hacia adelante, observando atentamente la torre que se alzaba a treinta metros de donde se hallaba parado.
- Dios mío, se cae! - Todo oscilaba; el piso, las estructuras de los juegos, los árboles, los postes de iluminación y la mole de doscientos setenta metros de altura que se balanceaba lentamente sobre su eje.
Se volvió hacia la cabina, sintiendo en el cuello el calor que le producía la adrenalina.
El puesto de seguridad número seis del parque de entretenimientos, estaba ubicado a metros de la parte posterior del emplazamiento de la torre-observatorio, polo magnético del público visitante. A pocos pasos de este sitio, el suelo se abrió en una grieta que asemejaba una terrible herida.
Espantado, el guardia retrocedió. La hendidura exhalaba vapores y vahos hediondos. Sin perder de vista aquella desgarradura en el terreno, el uniformado retrocedió hacia su caseta invadido por un
terror sordo. El temblor había cesado.
- Alberto,... Alberto,... me escuchás? - sobre el escritorio del puesto cobró vida la radio.
Luego de un minuto interminable, volvió a escucharse la voz ansiosa desde otro de los puestos:
- Beto... cambio, Alberto me oís?! - había miedo en ese tono de urgencia.
Pero el hombre, inmóvil y absorto, percibió como "algo" no visible, aferró los bordes de tierra como saliendo de aquella hendidura. Luego hubo una pisada, después otra...y otra. Las huellas tenían aspecto de... ¿ dos dedos?
- Alberto, contestame carajo!!! - rugió el pequeño aparato
El hombre, lívido, desenfundó su arma; aunque presentía que era un gesto inútil. Las pisadas, horrorosamente enormes (ochenta o noventa centímetros quizás), se movieron rapidamente. Con pavura calculó el peso de aquello que no podía ver, en base a la consistencia del suelo, pétreo en ese instante: ¿una tonelada... dos?. Levantó el cañón de su arma cuando una huella se marcó a un metro de donde se hallaba parado.
- Alberto! Qué es lo que...? Cuidado! Correte! - el aludido giró la cabeza y tras de sí vió llegar corriendo al guardia que lo reclamaba por la radio. Como en cámara lenta lo observó desenfundar también a él y con el rostro pálido como una máscara de cera, efectuar tres disparos en rápida sucesión. Miró nuevamente hacia adelante y el espanto que lo invadió, le aflojó los efínteres.
El trueno habría ahogado el grito de horror si el relámpago no hubiese acabado con su vida.









"Después un Angel bajó del cielo,
llevando en la mano la llave del
abismo y además una enorme
cadena. Agarró al monstruo, la
serpiente antigua o sea Satanás,
el diablo y lo encadenó por mil
años. Lo arrojó al abismo y
cerró su entrada con llave y lo
aseguró con candados para que
en adelante ya no engañara a
las naciones hasta que pasen
mil años, luego será dejado en
libertad por-un-tiempo".
Apocalípsis 20 v. 1 al 3










SI EXISTE UN ESTADO ESPIRITUAL, ES PORQUE SE LE PUEDE DISTINGUIR DE
OTRO OPUESTO.
EXISTE PUES EL BIEN, EN LA MEDIDA QUE PODEMOS DIFERENCIARLO DEL
MAL.
CUANDO EL ESTADO DE LO TERRENAL TRASCIENDE LA DIMENSION DE LO
HUMANO, LA REALIDAD SUELE TORNARSE DEMENCIAL PORQUE EL MAL A
MENUDO PRUEBA SUS FUERZAS.
SE DIJO MUCHAS VECES QUE EL INFIERNO ESTA EN ESTA TIERRA. ESTA ERA
UNA APRECIACION SUBJETIVA ... HASTA HOY
Continua la semana próxima...

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