martes, mayo 02, 2006

Monstruos y Multitudes


Yo crecí en la era de las multitudes. Había empezado hace mucho y no estoy seguro de haber vivido en su apogeo, pero sí de ver alguno de sus momentos de apoteosis y su ocaso.
Hoy ya no están. No al menos bajo ninguno de los hábitos que solían tener o formas que podían adoptar. Es raro que hable así de ellas, pero es que con el tiempo decidí que este fenómeno – si no raro, al menos bastante indescifrable -, tenía algo parecido a una vida propia... a ver si me explico: no había en sus manifestaciones visibles nada achacable a ninguna de sus partes constitutivas; y, si bien siempre hubo de aquellos que proclamaban la paternidad de esta criatura, o presumían de controlar sus reacciones, la verdad es que una vez convocado este extraño basilisco nadie pudo predecir sus actos, pues el fenómeno tomó siempre una dinámica propia... casi, casi, una fuerza de la naturaleza; al fin y al cabo, como súbitos cataclismos, estos verdaderos monstruos colectivos han modelado a su manera la suerte del orbe.
El fenómeno, viejo y global, es autóctono en sus expresiones y resultados; tan particular como las partículas que lo forman, se agitan y estallan. Yo viví y crecí junto al animal colectivo. Absurda y arbitrariamente me convocó; me atrapó; me sorprendió; me soslayo; o me aisló. Déjenme contarles.
De muy pibe me enteré que volvió el general, así como suena: el general, como si se tratara de un personaje de la troupe del legendario Karadagián – no faltó quien lo apodara “superpibe”, comparando con el catcher que auxiliaba al payaso “Pepino”, la juventud de la lucidez política del líder, por ese entonces lo único joven en él -. El general era como el sumo sacerdote que convocaba desde décadas y sin esfuerzo al monstruo de las multitudes. Su retorno no fue la excepción: ¡a Gaspar Campos! era la consigna multitudinaria, tan pero tan fuerte, que en mi pacífico hogar, sin activismo de ningún tipo, consiguió amontonar en un Fiat a mis dos abuelos españoles y jubilados; mis padres, que no tenían fotos del general; el perro y yo. Como yendo a las antiguas ferias que rondaban los pueblos, el espectáculo de esa salida familiar era la multitud en sí: nunca llegamos más cerca que a seis o siete cuadras de la morada del general. Esa multitud heterogénea y alegre era muy parecida a las que se juntaban los domingos a tomar solcito y mate en los bosques de Ezeiza; incluso las leales masas sindicales eran como un gran picnic de “los Campanelli”. El bochinchero monstruo serpenteó y bloqueó todas las arterias de Vicente López: ni el calor, ni las recalentadas de los autos, ni los embotellamientos, empañaron el entusiasmo... Yo tenía diez años ¡y estuve ahí!! ¿Cómo?, ¿No me viste?... Claro, no; el monstruo era como los largos dragones chinos: los tipos van abajo, no se ven... pero igual fue lindo.
Un veinticinco de mayo de esos años, el monstruo vino a mi barrio. Lo vimos nacer en la tele: soltaban a los presos políticos y para no dejarme afuera, la historia construyó la gayola a una cuadra de mi casa... Llego el bicho de millares de cabezas, con banderas, bombos, alegría y euforia; el barrio contagiado se sumó: no sé si por los que estaban adentro, pero los carceleros eran tan nefastos que parecía que todo era motivo de festejo. La multitud creció y rodeó el penal; traía cantos; traía esperanzas; traía juventud; traía desaforados; traía rencor; traía violencia... El barrio, convidado de piedra, acompañaba. Yo, espectador privilegiado con otros pibes, encaramado en un poste de teléfono. Mi viejo la vio venir y rajamos a casa: el monstruo, insatisfecho, se sacudió y se desbocó. En el quilombo había justos y pecadores. Los hombres de metal, que conocían al monstruo, tiraron a matar... el bicho tardó una noche en desintegrarse. Esa madrugada en la cama escuchaba a los “grandes” que charlaban preocupados en el comedor: a lo mejor el monstruo no era tan divertido...
Con el tiempo me di cuenta que el monstruo no era uno solo. Unos años después, en la cancha de River, conocí a un monstruo dócil y obediente: lo formaron miles y miles de partículas tan bobas como las propagandas de jabón en polvo. Los que hacían de pitonisa eran otros, pero el hechizo surgía efecto igual: las multitudes concurrían como hipnotizadas; el monstruo vomitaba papelitos y parecía homogéneo: la puyeta y el chofer; don Toto y el pibe mayor; la abuela Francisca y el doctor eminente – su nieto -; el chupacirios y el hereje; el habitante del tablón y el habitué del Colón; José María Muñoz y la sobrina del Papa... Era un monstruo con documentos, y en una época donde dos eran una multitud sospechosa – y “por algo sería” -; la multitud ganó las calles, como en un largo recreo de esa escuela que la tenía enclaustrada como pupila. Todos saltamos y cantamos bajo el disfraz de dragón; digo “todos” porque los que no, ya estaban muertos...
Un par de años después reapareció el otro monstruo, y se fue derecho a la Plaza, ¡y de malo!... pobrecito: le dieron para que tenga. ¡Juira bicho! gritaron los guardianes del mundo criollo y el monstruo, en miles de pedacitos igualitos de bronca nomás, marchó a cucha. Y, caramba; como si de un perro fiel se tratara, a los dos días lo llamaron para chumbarle a los gringos – extraños de la casa -, y allá fue de nuevo a la Plaza: zonzo y obediente; grandote y sin sesos. Yo lo vi por televisión, ya era grande...
Hubo monstruos nuevos. Enormes multitudes. Gigantescas concentraciones que si no las hubiera visto, parecerían menos tangibles que los dinosaurios. Tenían un color o tenían el otro; incluso fue época de monstruos menores que hubieran parecido gigantes en otro tiempo: todo daba para participar; “vení, vení, que te vas a divertir”... y allá fuimos todos a formar parte de las monstruosas multitudes; hoy de esta, mañana de aquella, o de esa que era para otra cosa... Había esperanza, volvía cierta alegría, el monstruo se desconcentró en paz por algunos años. Aquellos monstruos, que me entusiasmaron, parecían saludables; aún esos de los que no asimilaba sus costumbres. Fueron algunos años felices.
Un día ocurrió: el monstruo apareció de golpe. Fue una semana santa, cuando la gente tembló por el ruido a metal que aún recordaba bien. La multitud monstruosa y decidida, todo lo invadió... ¡pero no la había llamado nadie! Los fariseos de turno, desesperados, actuaron con premura y al monstruo que ni las balas ni el horror habían podido aplastar, lo hirieron de muerte: lo durmieron con una pócima de mentira y apatía; y cuando estuvo inerte, lo envenenaron con ignorancia y estupidez... yo lo vi, impotente.
Hace poco, demasiado poco todavía, me pareció – como volviendo de la extinción – ver una gran multitud que se desperezó cerca de la nochebuena del siglo nuevo; miles y miles de voluntades decididas y alertas. Pero me pareció nomás, soy un tonto; hace mucho que sé que los monstruos – buenos o malos – no existen...

12 comentarios:

pELuZoN oF PuPo dijo...

Será que no existen, o se transformaron en algo indefenso. Monstruitos pedorros por todos lados, lo convocó el último capítulo de Resistiré, Nico, Pop Star. La gente no tiene una causa. No e desanimo, si están todavía los que se comen todo un día en pos de ganarse un lavarropas.

Anónimo dijo...

Peluzón querido

Bastaba con que me entienda y guarde piadoso silencio ¿por qué me abofetea con la gris realidad? ¿Me quiere ver llorar? ¿Qué quiere de este pobre Comandante de las huestes de los sueños? ¿No vió cómo agradecieron los no docentes la intención insensata de los visionarios de turno de nuestra facultad, de hacerlos participar en el consejo superior ¡Alterini se caga de risa por tv! ¡Dale de comer al facho! ¿Quiénes serán más bobos? ¿Los que hacen fuerza contra el ventilador de Nico? ¿O los que empujan contra los vientos de su propia bobera?
Los otros por lo menos saben lo que quieren...
Estamos jodidos ¿no?

Abrazo

Vanina Berghella dijo...

Estimado Comandate, te quiero mandar un mail con una consulta pero no tengo tu dirección, no la encuentro en tu blog. En mi blog esta la mía.
Sls
Vanina

Fernando Guzmán dijo...

El Monstruo se queda en casa viendo a Tinelli?

FJTU - F3R/n@nd0 dijo...

Los mostros (antigua expresión lanusense por monstruos) ya no son mostros, o tal vez nunca lo fueron (aunque más de uno se asustó). Los mostros mutan, pero no sabemos exactamente cómo. Más bien lo intuímos, lo deducimos, pero ¡ay!, que difícil es probarlo.
Las células que forman el cuerpo de cada uno de estos mostros (si los mostros no se extinguieron ya) no son las células que formaban el cuerpo de aquellos mostros. Estas células no tienen idea de cuál es su función. No saben (o no quieren saber) que hay un cuerpo, y que ese cuerpo puede cumplir una función importante. A medida que las nuevas células fueron naciendo se las fue aislando, desnaturalizando, vaciando de contenido y función. Más de treinta años inyectando veneno en el cuerpo para que los mostros murieran. Los mostros están en extinción y muy pocos quieren salvarlos.
¿Las células realmente creerán que pueden vivir sin formar parte del cuerpo?

Anónimo dijo...

Vanina, todo lo que se comenta en Empedrados me llega a yahoo, te contesté desde ahí para que tengas tu dirección. Visitamos pronto tu site.

Amigo Fundamentalista, el bueno de FJTU casi te ha contestado por mí.

Yo podría agregar la ambición nunca descansa, el músculo -cerebral- duerme . El monstro solo vive cuando las células se unen, como el "Terminator" líquido ¿vió? y eso no pasa mientras ven simulacros de vidas por tv; mucho menos si miran miserias por tv. Con showmatch en casa no hay nada y el monstruo está en la tv... se alimenta de incautos e imbéciles.

FJTU, para Ud. todo está claro

FJTU - F3R/n@nd0 dijo...

Mire amigo,yo no sé si todo está claro. Pero parece que el mostro no sabe por qué vivir, para qué vivir. Y a lo mejor está pensando en suicidarse. Sería bueno saber qué le pasó al mostro que no sabe para qué vivir, y creo que Ud. deja muy claro eso; y yo coincido. Y la ponzoña lo afectó. Y yo que estudio en un profesorado le digo: Nadie está interesado en curar al mostro, más al contrario, ocultan la enfermedad. Luego, sin enfermedad no hace falta remedio. Y chau Pinela...

saludos a todos

Anónimo dijo...

O educar al monstro, no?... Hay algunos monstritos bobos, de cosas menores o erráticas que deambulan y se fraccionan; a veces sobre los puentes del Uruguay, otras veces frente al Palacio Pizurno ¿Cuál será la receta de la imbecilidad perpetua? Probar siempre con lo que nunca resulta?¿Dancing en el acorazado Potemkin? ¿Para qué carajo habrá escrito Gramsi cagándose la salud en la cárcel? No habrá algún idealista y valiente cuarentón Brigadista del Café que le cuente a la gilada que esto no es Nicaragua ni Cuba? ¿Qué el verdadero pensamiento revolucionario es que que tiene flexibilidad de maniobra por sobre el dogmatismo bobo? ¿No quedaron lecciones de la caída del gigante Soviético? ¿No habrá sido prematura la revolución de Octubre y en realidad el tío Karl desde la nada esté esperando todavía? Si como cree el viejo Vazeilles, la revolución que Marx pensó, se va a producir en EEUU ¿Alguien cree que será con soviets, asambleas y élites iluminadas?... Demasiado para este pobre mortal...

Ojala nos toquen tiempos más vivos, inquietantes... que se acaben estos días forros y el monstruo siga haciendo historia de la mano de la historia.

FJTU - F3R/n@nd0 dijo...

Amén.

PD: Puedo usar (citando lafuente, claro) lo de imbecilidad perpetua? Es un concepto hermoso. (Si no me lo permite lo plagio y punto)

FJTU - F3R/n@nd0 dijo...

Vuelvo porque me dejó pensando.
Había un mostro, hace mucho, que murió o desapareció o se escondió o no sé qué fue de él. Serpenteaba bajo esta consigna:
"...y yo caeré. Y Uds. recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera hacia la victoria. Y volveré, y seré millones..."
Ud. sabe que si non e vero e ben trobato. Se acabó el parqué [sic]que mantenía encendido el fuego de ese mostro gigante?

Anónimo dijo...

Estimado FJTU

1) Use y Abuse.
2) Millones de corazones agradecidos (que se van callando de viejitos nomás); millones de los que anhelaban justicia (que los escarmentaron con el desempate social de 1976)... y después de mi generación infame (porque si las décadas infames transcurren sin sobresaltos es porque hay una cosmogonía de infamias)... millones de posters, pancartas, volantes, pasacalles, imágenes, litros de tinta, palabras repetidas "en hueco", mujer gigante adorada como ícono... ¡hay gorra bandera y vincha!... quizás en el corazón de los nuevos humildes se perpetúe la sospecha de la protección de la abanderada... o quizás los nuevos humildes pueden llegar a ser tan infames como los tiempos que corren. Perdóneme la dureza.

Pobre antonio (Gramsci), escribí mal su apellido antes y bue... ya ve, el que esté libre de pecado ¿no?

FJTU - F3R/n@nd0 dijo...

Y si. Gorros, banderas, vinchas, remeras, pines, etc; el Che, Evita, Diego, El Potro Rodrigo, Martin Luther King, Marx(Groucho y Karl), etc. La Biblia y el calefón

La Reina del Plata vista por un pájaro(n)

Hace un tiempo tuve la oportunidad de viajar al sur en avión en un día maravilloso (lo que algunos llamaríamos "un día peronista")...