domingo, julio 30, 2006

Gritos de Piedra III (La cripta de concreto, acero y cristal)

Sobre la margen derecha del Plata, el horizonte infinito de la Pampa desapareció empujado por el hombre que decidió llevar una existencia basada en la técnica y, reinventánsose hacia afuera, al no poder decifrarse por dentro, modeló su morada.


El hombre eligió una forma de develar su ser: la técnica. Podría haber sido otra (dijo el tío Heidegger), pero fue esta la que primó.

Gritos de ego, gritos de busqueda; hidras nuevas nacidas del cálculo y el proyecto; el ser erigió su desesperación al cielo; surcó la distancia con cintas de asfalto, olló la tierra con cimientos fuertes; aterrado de tanta fragilidad.


Hoy el ojo ciego del monstruo refleja moradores perplejos: han llegado a un mundo para ser habitado, para ser mantenido, para ser atendido y habitado. La Megalópolis te acoje y desampara con la misma frialdad: es un mundo que se siente propio pero solo se pertenece a sí misma; es un lugar sin dueños, sin tiempo, a veces
, sin sentido: ¿dónde estamos más solos? ¿dónde más desprotegidos?. El hombre quiere un mundo para ser vivido y cada tanto redescubre que ese mundo está hacia dentro de su propia existencia. El cobijo de estar juntos, el anhelo de vivir nuestra existencia nos llevó a construir ciudades; el flash que cada tanto nos devela que nosotros somos el espacio, que lo que habitamos son nuestras propias vidas, es esquivo y perturbador. Entonces ponemos nuestra líbido, nuestra desesperación, nuestra energía en nuestra creación: nos elevamos al cielo y cubrimos la tierra; salteamos los ríos y modelamos la materia; para, finalmente, perdernos nuevamente en la monstruosidad, la desmesura de la escala, donde nos volvemos a perder, nos volvemos a alejar... entre nosotros y de nosotros mismos. Mientras tanto, el concreto, el acero y el vidrio no se enteraron ni por qué están allí: son energía "sobrante", celebraciones a la existencia que no se comprende y puños alzados contra el tiempo, ese enemigo implacable que no existe, pero nos derrota inexorablemente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tirado en el pasto del paseo de la costanera sur, trato de sentir como la alfombra verde se acomoda a mi cuerpo, ´como resbala el viento frío sobre la superficie de mi campera y se escapa por sobre mi cara, como entra ese aire fuerte a río por mis fosas nasales y me voy adueñando del espacio que elegí para habitar. Pero antes de llegar al nirvana de ese estado de conciencia de mi existencia a través de mi corporalidad (muy Merlau Ponty); mi cuerpo me avisa que me acaban de dar un pelotazo en la cabeza unos biciqueros que hacen un poco de huevo a esa hora del mediodía, que el sol se fue y la niebla helada me hace entrar en hipotermia y que si despierto vivo voy a constatar que me levantaron otra torre de 50 pisos por donde sale el sol. Comandante, hay que pilotearla como viene si no esto se pone complicado como submarino a remos ¡Hasta la victoria siempre que se pueda!

La Reina del Plata vista por un pájaro(n)

Hace un tiempo tuve la oportunidad de viajar al sur en avión en un día maravilloso (lo que algunos llamaríamos "un día peronista")...