Día de diligencias; bah, de diligenciamientos. Como siempre: caminando por la vida; recorriendo más ciudades... de la vuelta de la esquina.
Facultad mañanera. Bisoños compañeros. Renovadas esperanzas; breve lapso de aire fresco. ¿Habré vuelto de una de mis insolvencias? Secreta satisfacción.
Viaje al centro. Subterráneo rojo circo, silencioso, anónimo. Escalera al cielo de la calle Uruguay. Tribunales, Palacio de Justicia. ¿De justicia? Bueno, imperio de la Ley; pero... ¿qué ley? ¿La del libre albedrío interpretativo de volubles magistrados? Mi primer juzgado del día: disciplinada fila de colegiados, frente a los tiempos de los burócratas meritorios. Pasillos de pasos sordos y presurosos. Cuchicheantes tertulias de letrados. Confesiones en baja voz a los patrocinados. Verdades de perogrullo, revelaciones de última hora. Neófitos boquiabiertos frente a la tortuosa senda de la jurisprudencia. Hay que esperar, paciencia. Audiencias dilatadas. Empilchados de maletín que explican. Guiños, intercambio de tarjetas: industria sin chimeneas. Para mí, un trabajo circunstancial.
Plaza Lavalle. Puesta escénica del culebrón nacional. Coreografía de reclamos, profesiones y paseantes: abogados, colegiales, turistas, diarieros, policías, periodistas, buscavidas, mozos, jubilados, “movileros”, agitadores, paseadores de perros, “arbolitos”, martilleros, municipales, dirigentes, cadetes, conocidos, anónimos... Caos cosmopolita de rítmicas transgresiones a las normas viales, de tránsito y urbanidad. Aire denso de smog y ruido. Mediodía destemplado y frío. La boca cálida de amabilidad del subte: una invitación al regreso.
Reflejo de Windows ’98 en los lentes. Las manos en el teclado; los pensamientos en el futuro. Miríada de esperanzas y anhelos, contra el presente gris de decadencia. Cansadores ocios forzosos. Patria de esfuerzo caído, de ritmo lento, de espacios creativos... hay que rehacerlo todo. Alma pesada de tanta angustia e incerteza.
No importa. Hay que seguir: ideas nuevas y berretines bien vivos. Se va a salir. Siempre que llovió, paró. Sueños próximos. A la cama, en calma. Destellos en la oscuridad de los párpados cerrados. Amanecer prometido en los rostros de los bisoños compañeros. Sonrisa cómplice en la noche.
Así como el asfalto esconde al viejo empedrado de las calles, la historia oficial esconde ese empate de olvidos y recuerdos que forman la memoria colectiva de nuestro damero urbano. Este weblog de voces múltiples nos habla de un espacio en común habitado por mundos a descubrir ¡vamos a andar!
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